No fastidies a los ángeles
Colosenses 2:16-23
“16Por tanto, que nadie se constituya en vuestro juez
con respecto a comida o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o
día de reposo; 17cosas que sólo son sombra de lo que ha de venir,
pero el cuerpo pertenece a Cristo. 18Nadie os defraude de vuestro
premio deleitándose en la humillación de sí mismo y en la adoración de los
ángeles, basándose en las visiones que ha visto, hinchado sin causa por su
mente carnal, 19pero no asiéndose a la Cabeza, de la cual todo el
cuerpo, nutrido y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con un
crecimiento que es de Dios. 20Si habéis muerto con Cristo a los
principios elementales del mundo, ¿por qué, como si aún vivierais en el mundo,
os sometéis a preceptos tales como: 21no manipules, ni gustes, ni
toques 22(todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer
con el uso), según los preceptos y enseñanzas de los hombres? 23Tales cosas tienen a la verdad,
la apariencia de sabiduría en una religión humana, en la humillación de sí
mismo y en el trato severo del cuerpo, pero carecen de valor alguno contra los
apetitos de la carne”.
No amplíen la adoración, manténgala dentro de los límites
establecidos. Si lo hacen corren el riesgo que eso afecte el culto público, le
den más importancia a lo que menos tiene, se les haga imposible vivir en el
Espíritu y llegue a un punto que todo se
destruya con el uso (v. 22). Este pasaje parece pensado en el grupo de
colosenses que resistían las nuevas enseñanzas judaicas que habían llegado. Las
iglesias que tienen una adoración antropocéntrica donde el hombre es el centro
y no Dios, que todo el culto gira alrededor de la complacencia a ellos, hallan
que tienen que estar renovando sus ofertas de semana en semana para complacerlos
porque terminan aburriéndose con el uso.
El apóstol les auxilia para que resistan las críticas de aquellos ascetas que se esforzaban por
practicar una religión más estricta, con más prohibiciones que las que Dios ordenó
(lo indica la palabra “voluntariamente, o gustosamente en el v. 18,
“voluntariamente, deseando mostrar humildad en el culto). Por eso les dice “nadie os juzgue” o “no le hagan caso a
las críticas de esos jueces judaicos”. Pero el gusto de la gente cambia y hoy
desean una religión que sea menos estricta, aunque siguen deseando girarla en
el sentido del cuerpo, las obras, e inventándoles cosas. El apóstol da varias
razones poderosas para no hacerles caso.
La primera es que (1) esas cosas menores de la ley son inferiores a otras, que sólo son sombra de lo que ha de venir (v. 17), y aunque
llegaron primero que el cuerpo, que es Cristo,
no son más importantes que él. Esa ha sido siempre la manía y defecto de los
herejes, “colar el mosquito y tragarse el camello” (Mt. 22:23,24).Y algunas de
esas sombras tienen que ver con la comida
o bebida, o en cuanto a día de fiesta, o luna nueva, o día de reposo (v.
16), y otras por el estilo como no manipules,
ni gustes, ni toques (todos los cuales se refieren a cosas destinadas a perecer
con el uso) (vv. 16, 22), y añádele a estas el café, las pinturas, las
ropas, etc. Y ni qué mencionar tradiciones de hombres, las cuales mencionó
Jesús, que obstaculizan la Palabra de Dios.
Por otra parte no deben inquietarse porque los juzguen
puesto que lo que ellos proponen (2) no
es una solución al problema del pecado ya que lo dejan intacto, no siendo de valor alguno contra los apetitos de la
carne, que es lo que más desea un cristiano sincero, adquirir el control de
sus deseos (apetitos carnales), que lograría por medio del Espíritu y no por el
cumplimiento de esas ceremonias (v. 23. Ver además 1 Ti. 4:8, donde “ejercicio
corporal” no se refiere al deporte sino a esas prácticas físicas contra el
cuerpo) que es la esencia y la razón para practicar una religión, invirtiendo
el poder de la religión (la vida cristiana) que es desde adentro hacia fuera y
no desde afuera hacia dentro, ya que esas fiestas tradicionales judías, los sábados
y maltratos y flagelaciones del cuerpo según la filosófica griega, no logran
someterlo en servidumbre, y esos adoradores tendrán sólo “apariencia de piedad
pero negarán la eficacia de ella” (2 Ti. 3:5).
Y la siguiente razón para no practicar esa forma de
cristianismo es que (3) en vez de añadir
algo a la vida cristiana, le resta, tendrán menos y no más posibilidades de
vivirla, porque son inventadas y sólo
consiguen privarla del premio (v.
18) y dejarlo derrotado, como un corredor que pierde. Cuando el énfasis de la
religión no es la fe sino las obras, la descalificación está en perspectiva. Pablo
varias veces comparó la vida cristiana con una carrera en el estadio y señaló que podía ser interrumpida y perder el premio (1 Co. 9:24; Flp. 3:14). A
los gálatas específicamente les preguntó si estaban corriendo bien y quién los estorbó
(Ga. 5:7). Un giro hacia esa forma de credo y culto afecta la comunión con el
Señor que no se establece por esa vía sino haciéndose
de la Cabeza (v. 9) y se detiene la nutrición
espiritual y por ende el crecimiento que
da Dios. Y por supuesto que el
cuerpo de la iglesia se debilita y fenece. Una iglesia sin la balaceada
nutrición de la Palabra de Dios, no crece con el crecimiento divino, que es
perenne y nada puede estorbarlo, hasta que alcance “la medida de la estatura de
Cristo” (Efe. 4:13).
Además, observa la
actitud de orgullo y complacencia que tienen los que piensan que lo que han
sacado de su propia mente carnal (v.
18) está más “completo” (2:10) y es más “profundo” que lo que Dios ha revelado
a los apóstoles (Apc. 2:24,25), vanamente
hinchados y deleitándose en la
humillación de sí mismo y en la adoración de los ángeles (v.18), orando con
imprudencia a esos súbditos de Dios, que
deben sentirse fastidiados al escuchar semejantes invocaciones a ellos y no a
Dios, lo cual estaba prohibido y que todo judío que leyera la Escritura
conocía bien (Ver Apc. 19:10; 22:9). Están
para nuestro servicio pero no admiten solicitudes personales sino órdenes del Señor.
Cuidado con lo nuevo que trae la cultura con el fin de “actualizar y
modernizar” la religión cristiana; y cuidado con tomar prestado de ella algo
porque no necesitamos nada extra para ponernos a la altura de los tiempos, como
si a Jesucristo se le haya olvidado lo que ahora ellos han inventado. No le
añadan nada al credo.
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