Un reloj que da unos pasos atrás
Isaías 38: 7, 8
“Atrasaré diez grados el reloj de sombra de Acaz”.
Cuando Ezequías
estaba en las últimas Dios se le acercó y pudo haber pensado para sí: “Ezequías tú no sabes lo que eso significa porque no te envié al
mundo en el siglo XXI después de mi Hijo; cuando esas fechas lleguen, los
estudiantes de mi Palabra sabrán cómo explicar mejor esta señal, que lo que
estoy haciendo es detener el movimiento de la tierra sobre su imaginario eje
(que supongamos que sea la punta de mi dedo), pero no me importa que mueras
teniendo errores científicos si tienes fe en mí.
“Yo hice la tierra y está bajo mi control, quien la hace rutilar
soy yo, la ley de ella está en mi mano, y puedo incluso hacerla mover en
sentido inverso si quisiera o hacerla flotar en cualquiera otra parte y
llevármela para otro sitio y hacerla girar alrededor de otra estrella, o
dejarla sin sol ni luna que la alumbre.
“Ni tú, ni los más modernos que tú
me podrán medir, ni siquiera imaginar de lo que soy capaz, ni soñando
conmigo podrán suponer cuánto poder tengo. Por el momento eso es todo lo que te
puedo decir, detendré la tierra y luego le ordenaré dar unos pasos atrás. Algún
día la verdadera ciencia, quiero decir la que no sea agnóstica ni reciba
órdenes de alguna filosofía o política, descubrirá la profundidad de mis
milagros y cómo los hice, y no le quedará otra opción que reconocer que mi
poder no radica en eso que conocen como cerebro y llaman músculos sino en mi
gloria”.
"Ezequías fue un reformador y un teólogo, pero todo lo que aprendió
no le servía para perderle el miedo a la muerte y estar conforme y hasta alegre
cuando le llegara. El Señor le dio esa señal por su causa primero y por
nosotros, gente muy similar, que al saber su historia nos avergonzáramos si al
expirar el último suspiro lagrimeamos porque tenemos la misma famélica fe. Sí,
¡vaya qué clase de creyentes somos y lo que tiene que hacer Dios para quitarnos
los miedos y sobresaltos, hombres y mujeres de poca fe, estirpes de incrédulos,
defensores de la sana doctrina, ágiles apologistas, virtuosos predicadores,
leídos escritores, pescadores de hombres, que presumimos en el púlpito y el
escritorio de la fe en la resurrección de los muertos y la supervivencia del
alma y lloramos contra la pared si francamente el médico nos comunica un mal
diagnóstico!
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