La situación social y económica es mala
Isaías
8:21,22
“Y
pasarán por la tierra oprimidos y hambrientos, se enojarán y maldecirán a su
rey y a su Dios”.
Estas
palabras expresan desesperación, producto del asedio, toma y destrucción de la
nación, y la deportación. Son similares a las halladas en Apc. 16:11. ¿Enojados
por qué? Por la situación social, económica y política de la nación. La
opresión no tanto política sino interior, mental; y hambrientos por la cuestión
económica. Faltaba el pan, la leche, la carne, cualquier cosa de lo que llamaríamos
canasta básica para poder subsistir. ¿Quiénes eran los culpables? Dos.
El
pueblo pensaba que el gobierno,
representado por el rey, sus consejeros, sus cancilleres, sus militares, eran
culpables por no haber sabido conducir la nación a la seguridad civil, y
producto de la guerra ahora todos pagaban con la muerte, la opresión y el
desastre económico. Estaban derrotados. Sin embargo ese era el rey que ellos
habían querido y en el cual pusieron su confianza, en detrimento de Dios; un rey que no temía a Dios, y ellos lo
aceptaron sin importarles que condujera a la nación al caos moral, familiar y
espiritual.
Creyeron más en las promesas de los políticos que en
las de Dios. Y ahora, por haber elegido un rey sin valorarlo por la teología, se
hallaban sufriendo las consecuencias y miran al cielo buscando con los ojos a
Dios, pidiéndole que se asome a la puerta, lo blasfeman y lo culpan de todas
las desgracias que les han venido. Ese es el segundo culpable. Un Dios que
adoraban de labios y menospreciaban con sus vidas. Se cumple aquello que dijo un jefe de un gobierno mejor que el actual,
“la insensatez del hombre corrompe su camino y luego contra Jehová se irrita su
corazón” (Salomón, Pro. 19:3).
Les
asesinaron sus hijos, ¿de quién es la culpa, de la mala suerte o de Dios? Decían
que de Dios. ¿Perdieron las casas? ¿De quién fue la culpa? De Dios. ¿No había
empleo para ganarse el pan? ¿Quiénes eran los culpables? La culpabilidad la
repartían entre el gobierno y Dios, sin embargo, ellos igual que el gobierno
eran los legítimos responsables de la pérdida de la libertad civil, de
expresión, de pensamiento, política y de religión. Si hubieran tenido un poco
de gracia y sabiduría n se hubieran dejado engañar con la verborrea política de
los falsos profetas y de religiosos metidos en política por intereses propios,
y como el ladrón arrepentido sobre la
cruz, habrían dicho que estaban así, colgados en un mal destino, por sus malos
hechos, que Nabucodonosor, la derecha o la izquierda, César o Pilato eran tan
culpables como ellos y que el Dios que habían crucificado, y escupían, era un
total inocente. El remedio sería arrepentirse
antes Dios, confesar los pecados de la estructura socio política, gritar en oración,
en privado y en las calles, bien alto para que Dios los oiga y el mundo se
entere.Con fe que resulte en cambios.
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