Cómo se urdía la destitución de un pastor
Salmo
56: 6
“Atacan,
se esconden, espían mis pasos”.
¿No has tenido esa experiencia en tu
ministerio, siervo de Dios? Los perversos y malos que por muchos años han
dominado la iglesia antes que tú llegaras se reúnen sin ti, escondidos en casa
de alguno y allí hablan de los otros hermanos y a quienes quieren sumar a la
rebelión que planean y a quienes obstaculizar y evitar, los que sostienen tu
vida. Miran atentamente con quienes hablas, a quienes sonríes, en quienes
confías, las palabras que dices, cómo te vistes, lo que recibes como salario,
lo que predicas, cómo predicas, pero todo eso no para tomar buen ejemplo para
sus almas sino para inventar rumores en contra de tu ministerio. No te
preocupes, ten fe, no irán adelante, serán dispersados, lucharán contra ti pero
no te vencerán. Sufres pero Dios esconde en su libro tus lágrimas y las
deposita como perlas dentro de su corazón (v. 8). Algún día sabrás como el
viento los arrebató como a tamo. El viento del tiempo y las ocasiones. Y te
contarán los fieles sobre aquellas reuniones secretas y cómo urdían tu
destitución. En fin de cuentas dieron coces contra el aguijón. Lamentarán y quizás
quieren que regreses. No vuelvas, capítulo cerrado. Que se arrepientan con tu perdón
está bien, pero sin tu regreso. El castigo, aparte de las consecuencias, les será
tener siempre abierta en sus memorias las heridas de tus recuerdos.
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