No interrumpas tu embarazo
Salmo 139:13-16
“Mi embrión vieron tus ojos”.
David no ha escrito de
modo abstracto sobre esas doctrinas anteriores, ni de modo impersonal, sino
pensando en su misma creación al venir al mundo. Afirma que como el hacedor de
una obra la conoce completamente, así el Creador conoce íntimamente a todas sus
criaturas, sabe de ellas antes que les pongan nombres.
Habrás oído el debate de los que defienden el aborto,
que alegan que si éramos o no seres humanos cuando fuimos embrión, si ya
podíamos ser considerados niños o niñas en esa prematura etapa. No se trata de
fijar en cuál semana ya estamos formados, en cuál reunimos la cantidad de
órganos necesaria para que los que están afuera del vientre nos dejen continuar
creciendo o autoricen nuestra eliminación. No, Dios nos está creando y
por lo tanto debemos dejar que él continúe su proceso de creación sin
impedírselo; si él quiere dejar a un lado lo que ya empezó, que lo haga por su
voluntad. Existen muy pocas circunstancias, traídas a colación por el mismo
Creador del embrión, para dictaminar que su labor en el vientre de una madre
sea interrumpida antes del parto.
Son los que ven únicamente el embarazo como algo natural
y volitivo los que hablan de derechos de los padres para determinar si
continúa el proceso de la formación de un niño o se le expulsa, se le envía al
basurero o se usan sus órganos. Son ellos los que hablan de ese modo,
libremente, sin temor. Él sabe lo que dice, no ignora cómo vienen los niños al
mundo, el papel que los padres tienen en una concepción natural; pero para él
(y para nosotros), no son nada más que las leyes que rigen un embarazo las que
hay que tener en cuenta, sino el autor de ellas, Aquel que por medios naturales
ejecuta su obra, el que designó esas leyes, el que hace que se ejecuten. ¡Un
embarazo es la creación de un niño, señores! Y señoras.
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