Despierta y espabila a tus colegas
Isaías 21:11,12
“Centinela ¿qué hora es de la noche?”.
O ¿Guarda, qué de la noche?
¿Qué tiempo de calamidad les queda a los judíos en Babilonia? O ¿qué tiempo de
dolor le queda a Edom? La noche son las aflicciones. ¿Qué queda de la noche,
mucho? ¿Cómo va la noche? ¿Algo nuevo? ¿Algún percance? ¿Falta mucho para que
amanezca? Veo aquí un buen compañerismo, una relación de unión entre dos
centinelas. Uno a otro se habla para no
dormirse porque cuando los centinelas de Dios conversan sobre sus
experiencias, cuando la noche los cubre, se mantendrán despiertos. Los
apóstoles se durmieron por la tristeza. Y fue triste que Aquel varón no tuviera
a nadie, sino un ángel para fortalecerlo, que velara con él una hora.
Y el uno le repite la pregunta porque quizás llevaba mucho tiempo
sin decir nada, no asistía a las reuniones de centinelas, como si una raíz de
amargura estuviera deteriorando su carácter; o quizás notó desde lejos que no
se movía de su lugar, o lo vio en la sombra cabeceando. Se alarmó el compañero
porque si se duerme un colega,
peligra lo que cuida, el territorio que se le ha asignado y la gente que reposa
confiada que él estará vigilante. La vida de muchos depende de que él no se
duerma. Pudiera ser que aquella noche le resultara más larga que otras y había
llegado mentalmente turbado con las preocupaciones de su familia y por eso,
desalentado y melancólico se dormía.
El compañero que se halla cerca no le dice “Juan ¿cómo va la
noche?, o “Pedro ¿qué de la noche?”.
Sino “guarda ¿qué de la noche?”. Debió decirle su nombre, o no lo sabía
porque era un nuevo ministro recién ocupando la almena de aquella iglesia, un
nuevo ocupante del púlpito, un relevo que habían traído por el que se retiró.
Lo llama por su oficio. Recordándole su militancia espiritual.
De todos modos llámese Apolos, Pablo o Pedro, lo cierto es que
cualquiera que sea el obispo, es un sobreveedor
(1Ti.3:2) y debe vigilar con cuidado por su rebaño. Por eso a su amigo le
parece que está cabeceando y lo llama (¿por teléfono, a un almuerzo, a una reunión?) para darle una conversación
que lo despierte y lo refresque (o lo caliente un poco, como despabilándolo, o
espabilándolo, Ex.25:38) un poco y se saque esa preocupación de la cabeza,
haciéndole saber que lo llama para contarle sus confidencias en las labores y
porque tampoco él quiere dormirse, y recordarle que todos los vigilantes del Señor tienen sus propias
oscuridades. Aun Jesús en un momento de humana debilidad recibió un ángel que
lo fortaleciera (Luc.22:43). Guarda ¿cómo va la noche?
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