SPURGEON EL TEATRO Y EL CINE
Éstas son notas tomadas
de una biografía de Carlos Spurgeon, y más abajo un comentario de actualidad
sobre la televisión y el cine. Si Spurgeon hubiera podido añadir otra maldición
sobre Londres, probablemente hubiera seleccionado el teatro. El estado moral
del teatro era tan malo que no se podía remendar y el carácter del drama es tal
que siempre su tendencia es hacia una rápida corrupción. Mientras algunos
cristianos abogaban por su asistencia para mejorar según su punto de vista el
nivel moral, Spurgeon era del pensamiento similar a arrojar una botella de
perfume dentro de las aguas de un alcantarillado para mejorar su aroma. Tales
atracciones, el teatro, para las mujeres y los hombres corruptos nunca deben
ser recomendadas como escuelas de virtud. Spurgeon, decía que él nunca había
entrado a un teatro durante el tiempo que se realizaba la función, pero algunas
veces cuando regresaba a casa de algún compromiso miraba hacia allá y veía
suficiente como para orar que nunca nuestros hijos e hijas atraviesen tales
puertas. Si tal práctica de los miembros de la iglesia se desarrollaba,
asistiendo a los teatros, Spurgeon creía que eso significaría la muerte de la
piedad. “¿Quién puede suponer?- preguntaba, que esta clase de diversión o
entretenimiento rodeada con la seducción al vicio, sería un lugar de
distracción apropiado para una mente pura? Cualquiera que quiere estar cerca de
Dios y ve con admiración la actuación de esa clase de mujeres codiciosas y
seductoras, no puede conservarse limpio, y de lo que estoy informado es que
algunas mujeres de la calle en Londres son semejantes a ellas”. Los periódicos
de esta ciudad podrían haber pensado de que Spurgeon era un exagerado o un
extremista, pero lo cierto es que la sociedad londinense era apropiada para la
destrucción del alma” (Viviendo por la Verdad Revelada, pag.110; Tom
Nettles).
Y ¿qué diría Spurgeon,
no sólo del teatro moderno, sino del cine y de la televisión que se enciende en
el seno mismo de la familia, bombardeándola con conceptos e imágenes que la
niegan, la minan y la destruyen. Por ejemplo, la continua aparición de
homosexuales en programas transmitidos en horas de más audiencia, donde casi
eso es una virtud que habría que envidiar porque algunas “estrellas” femeninas
de la farándula son lesbianas u homosexuales. Y esta forma de unión que jamás
podría ser llamado hogar, según las leyes de muchos países, incluyendo Estados
Unidos, puede adoptar hijos y criarlos con la moral de sus padres. Es que todo
eso está bien concebido para la destrucción de la era cristiana. Ya es cosa muy
natural y frecuente el oír hablar de “parejas” en vez de matrimonio, y de
convivencia o de “una relación”, y no de vivir juntos como marido y mujer.
Eligen esa forma de unión por razones personales de conveniencia recíproca sin
que necesariamente haya un compromiso para que la unión perdure más allá de los
placeres sensuales, y luego vengan hijos y se haga una familia tradicional.
Muchas mujeres hablan de modernidad y de moda, y prefieren ser llamadas “madres
solteras”, lo que en otro tiempo cuando la influencia cristiana era vigorosa se
le hubiera tenido como fornicación.
Otra cosa es la filosofía
egocentrista o el egocentrismo en cualquier unión o relación actual que insiste
constantemente en la máxima de amarse primero uno mismo para entonces poder
amar a los demás. El hombre debe amarse con todas sus fuerzas a sí mismo,
preferirse a sí mismo, buscar lo suyo propio primero, sus propios intereses,
para entonces poder amar a su mujer y a los demás. Todo lo contrario a lo que
enseñó Jesús que nunca dijo ámate tú primero y después a los otros, sino ama a
los demás como a ti mismo y que nadie tiene mayor amor que este, “que uno ponga
su vida por sus hermanos”. Ese modo de pensar en el yo primero que el tú, él,
ella, es anticristiano y por supuesto inferior, y no da origen a grandes
personalidades ni a grandes sociedades, sino a seres enfermizos e inferiores
tenidos sin disputa alguna como megalómanos y egocentristas. Y despreciables
egoístas. Jesucristo puso su vida por nosotros dándonos el ejemplo de lo que
realmente es la virtud y el altruismo. La Biblia habla del amor como el vínculo
perfecto, pero es el amor al otro no a uno mismo. Cuando el amor en el
matrimonio es perfecto el marido no busca lo suyo propio sino lo de su mujer y
viceversa. Y no sé cómo calificar, si es que existe algún hombre o alguna mujer
que se ame más que a sus hijos. La salvación según Cristo conlleva una negación
de uno mismo por su causa y por él, porque cualquiera que ama este mundo más
que a Dios y a su prójimo, no puede ser llamado cristiano y no participará en
la esperanza de la resurrección. Y eso es lo que piensa actualmente la sociedad
londinense y la americana, y lo que se escucha y se ve en el teatro, en el cine
y en la televisión.
Los pastores y los
maestros de las iglesias tienen su responsabilidad en enseñar esas verdades y
abrirles los ojos a sus iglesias para que los jóvenes sean sanos de espíritu,
de mente y de cuerpo, templos del Espírito Santo. Esas películas y novelas,
certámenes de belleza con modelos casi desnudas, no deben permitirse que se
exhiban debajo del techo de una familia cristiana. La televisión no debiera ser
el principal medio de formación de nuestros hijos, y ellos aprender que esas
“estrellas” de Hollywood, en su mayoría son astros opacos cuyas vidas
personales son totalmente diferentes a los papeles e imágenes que representan
en sus series y programas. Y que lo más importante no es lo que uno aparenta
ser sino lo que uno es, no la imagen sino la realidad. La Biblia está llena de
grandes modelos y Jesucristo es el principal, como dijo el apóstol Pablo, “sed
imitadores de mí como yo de Cristo”; o como dijo el apóstol Juan “sed
imitadores de Dios como hijos amados”. No se hace evangelismo haciéndole el
juego a la sociedad, haciéndose el de la vista gorda y enseñando un evangelio
sin ética cristiana, o con muy poca, para no espantar la juventud, abriéndoles
la puerta estrecha de la salvación con tal que muchos entren y el número de
jóvenes y adultos crezca. Y todo esto se hace cuando el pastor lo que busca es
tener una congregación grande, la gloria de su nombre y un sueldo bien pagado.
El teatro en el siglo XIX al cual Spurgeon llamó la muerte de la virtud, y
donde nunca puso un pie, se queda muy chico en comparación con la contaminación
de todo género que sale por la pantalla de la televisión y del cine en este
siglo XXI. Y si la familia decide no desterrar para siempre el aparato de la
casa, sí puede controlar su uso y la influencia que abiertamente o
solapadamente pudiera dañar los hijos y el matrimonio. Y por supuesto el reino
de los cielos. El hogar debe ser un paraíso.
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