Jesús lloró por la destrucción de Jerusalén, pero no porque se le fuera la gente



 JUAN 6:41-71 
41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de vida.49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. 52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. 60 Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? 62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero?
63 El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. 64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. 65 Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. 66 Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. 67 Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?  68 Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. 70 Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo? 71 Hablaba de Judas Iscariote, hijo de Simón; porque éste era el que le iba a entregar, y era uno de los doce”.

Quiero decir cuando se habla de doctrinas que los oyentes juzgan como duras; sea la predestinación, la elección eterna o la encarnación de una de las Personas de la misteriosa Trinidad. De todo lo que habla aquí es de conocimiento espiritual y celestial de Jesucristo, de fe y vida eterna y eso delante de un auditorio mayormente incrédulo, con once creyentes, ni siquiera doce. El punto del debate es la divinidad de Jesucristo, si se cree o no en ella. Desde el primer capítulo hasta ahora se presenta el dilema de creer o no creer en él para la salvación por medio de la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesucristo; y por ahí empezamos por el debate sobre su divinidad. La vida eterna se da adquiriendo un conocimiento, el que enseña Jesucristo, o sea el evangelio, y eso es un misterio difícil de comprender y de aceptar. El libro está pensado para los judíos monoteístas que se resistían a creer en Jesús no como otro Dios sino como el mismo Dios (1: 15-17), y él intenta no tanto convencerlos para que tengan fe sino demostrar por qué son incrédulos.
Les da sólo una pista para que dejen de ser incrédulos. Ellos dicen que no pueden creer en aquel Jesús que ha nacido en Belén y crecido en Nazaret y le conocen la familia (v. 42), y por eso les es imposible creer; y que debe estar loco, al decir que ha descendido del cielo. Sin embargo, sólo tienen que darle muerte y esperar tres días para volver a verle vivo y un poco más para contemplar su retorno al cielo (v. 62).
El debate sobre su divinidad podía haber concluido cuando el impedimento racional de la fe quedara quitado de en medio al contemplarle subir. Quiero decir se empieza con el dogma y se perfecciona con la experiencia. Las mejores demostraciones de la fe vienen con la práctica (vv. 60-63).
Se presenta a los creyentes como favorecidos y escogidos por Dios para ser enseñados en ese conocimiento especial de la encarnación del Hijo de Dios. Comprende el autor que ese nuevo conocimiento de Dios da al traste con el otro conocimiento que trajo Moisés, pero argumenta que éste es superior por cuanto se trata de Alguien que vio a Dios y procede de él. Eso cayó como una extraña bomba entre los judíos que dijeron que eran duras de roer, difícil de entender y por lo tanto de aceptarlas. Suscitaron incredulidad no en los doce, no en los 70 sino los otros. Y es que tenían enfrente de ellos a un ser humano cuya familia conocían (v. 42) y había dicho que Dios era su Padre haciéndose igual a él, que sí ha visto al Padre (1: 18) y que el Padre que lo engendró le comunicó el tener vida en sí mismo (5: 26).
Este es uno de los pasajes más “duros” de entender y de aceptar de entre todos los que hemos visto. Es un texto difícil por su contenido: el origen celestial de Jesucristo. Pienso que es una explicación del Verbo, no como una doctrina sublime y abstracta sino como una Persona de carne y hueso con la cual ellos, y por supuesto nosotros, debemos tener contacto. La verdad es algo palpable, tocable, tanto en sus labios como en lo que él es. El mayor milagro es su Persona. Trata, en otras palabras, la divinidad y humanidad del Señor Jesucristo.
El conocimiento de Dios por medio de Jesucristo complementa y supera al que se tenga de él por medio de la creación, ya no por medio de una deducción sino de una contemplación, es un conocimiento vivo y por ende salvador. En la naturaleza uno halla encerrada el teísmo, pero en Cristo se encuentra a Dios tratando de resolver el dilema humano del pecado y la muerte. Por eso, por decirlo de una manera, Dios se humanó para darles fe a todos.
Es un conocimiento espiritual, eso no quiere decir que no sea racional porque fue comprobable y ahora es revelado en la Escritura (vv. 63-65) porque ellos lo transmitieron después de haberlo “contemplado y palpado” (1Jn.1:1). Y así llega hasta nosotros por medio de la historia evangélica. El conocimiento espiritual es la forma más elevada del conocimiento racional. El conocimiento carnal para nada aprovecha, es decir el conocimiento filosófico, no da vida eterna. La función del Espíritu tiende hacia la historia de Jesús, no hacia una nueva forma de espiritualidad sino hacia la antigua (v.63). Mientras más cerca de Jesucristo esté un conocimiento más vida eterna tiene (vv. 45,-46); y el Espíritu trata de hacer eso por medio del Evangelio.
Estos sermones, si fueron varios o uno solo, tuvo un resultado numérico desastroso. Muchos, casi todos los judíos por cuanto parece que de miles se redujo la multitud a un puñado de doce. Los otros se retiraron (v. 66). Su cristología era inadmisible y no lo pudieron acomodar a él junto a Moisés ni su evangelio en los libros de la ley. Tal vez lo que definitivamente hizo que se fueran fue que les dijo que a pesar que eran sus oyentes eran incrédulos; y ya no podían fingir ser discípulos (v. 64). Jesús lloró por la destrucción de Jerusalén, pero no porque se le fuera la gente cuando hablaba de doctrinas. ¿Para qué los quería en el grupo si los intereses de ellos lejos estaban de ser espirituales? En vez de estar tristes porque se alejen los que causan divisiones y vienen a nosotros con diferente doctrina, debemos agradecérselo a Dios y no pensar que la iglesia sin ellos no marcha mejor. Lo contrario, si nos desalienta tener menos por esas razones, debemos examinarnos a nosotros mismos y ver si amamos más el número que el evangelio y la paz. Pedro resumió la más grande motivación que puede tener un oyente: escuchar palabras de vida eterna (vv. 68-69); y con esa declaración “el Santo de Dios” aceptaban su procedencia celestial única. El origen de la fe es la elección divina y el medio de adquirir la fe es la predicación espiritual del evangelio.
El pasaje lo presenta como un milagro, un pan que cayó del cielo, con la diferencia que es mejor éste que se digiere con el espíritu que aquel que se mastica, porque los que comieron en el desierto murieron, pero con el conocimiento que el otro da se adquiere la vida eterna, una esperanza materializada por su resurrección (vv. 39, 44, 51, 54-55, 57-58) o sea “vivirá para siempre”. Es cuestión de nutrirse la mente y creer, y la razón es que él trae el verdadero conocimiento porque ha visto a Dios (vv. 45-46) y por eso es “verdadero” para enseñarlo a quienes no tienen vida en sí mismos, o sea que cargan con una sentencia de muerte. Teniendo la vida en sí mismo (5: 26; v. 57) se vistió de carne mortal (1: 14) que ha de dar para vida del mundo (v. 51). Esas fueron las cosas duras que hicieron decrecer la membresía de la iglesia de Jesús de Nazaret.


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