No todos somos iguales, no todos tomamos las cosas del mismo modo
HABACUC 3:17-19
“Oí,
y se conmovieron mis entrañas; A la voz temblaron mis labios; pudrición entró
en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; si bien estaré quieto en el día de
la angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas. Aunque la
higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del
olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la
majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y
me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual
hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar. Al jefe de los
cantores, sobre mis instrumentos de
cuerda”.
Habacuc no es Jeremías; éste lloraba sin parar por
la destrucción de su pueblo, pero Habacuc, aunque impresionado profundamente
por el juicio (v.16), de antemano resuelve estar quieto, confiado y hasta
alegre en medio de las calamidades. Sus palabras resumen optimismo, fe y
esperanza. El v. 19 dice “y en mis ‘neginot’ me sostendrá”, un instrumento
musical con el cual canta. Nehemías sufría con la ciudad de Jerusalén reducida
a escombros, pero Habacuc es mucho más fuerte y para él su salvación es
un recurso poderoso. En realidad, Dios, el Dios de su salvación.
Jesús lloró sobre la impenitente Jerusalén y Pablo
padecía preocupaciones por todas las iglesias, pero Habacuc pase lo que pase no
se dejará abatir y tomará su arpa y cantará, aunque el panorama a su alrededor
sea de desolación y la ciudad, política y económicamente esté arruinada. Si no
hubiera decidido tomar de antemano las cosas así, los sucesos lo habrían
quebrantado, se habría desgastado su hombre exterior, habría sudado sangre;
sabía que la depresión y la tristeza lo habrían reducido a nada.
Afina su lira, tensa sus cuerdas, la tiene al
alcance de la mano, busca sus salmos preferidos y ensaya algunos de ellos para
cuando suene la trompeta, comience el asedio y la ciudad se venga abajo, él
pueda cantar para sí y para los atribulados incrédulos. No todos somos
iguales, no todos tomamos las cosas del mismo modo.
Hay ojos que lloran
fácilmente y otros que rara vez se humedecen. Parece que no conocen el llanto y
les da trabajo exhalar un suspiro. Preparémonos contra las melancolías… Señor,
y que tomemos nuestro neginot y no
vayamos a la tumba gimiendo y suspirando por el panorama de destrucción,
castigo y por alguna higuera tuya que nunca, o quizás pocas veces florece. Alégranos
tú que eres el Dios de nuestra salvación, y enjuga toda lágrima de los ojos que
lloran.
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