JUDAS VENDE TRES FELICES AÑOS
LUCAS 22:1-6
(Mt. 26:1-5,14-16; Mr. 14:1-2,10-11; Jn. 11:45-53)
1 Estaba cerca la fiesta de los
panes sin levadura, que se llama la pascua. 2 Y los principales
sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo. 3 Y entró Satanás en Judas, por
sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce; 4 y
éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia,
de cómo se lo entregaría. 5 Ellos se alegraron, y convinieron en
darle dinero. 6 Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para
entregárselo a espaldas del pueblo.
Así que se acercaba la fiesta más importante de los
judíos, y de todo el país vendrían familias, hombres, mujeres y niños para
participar de ella y celebrar la bendita noche de la liberación del yugo
egipcio y el comienzo de la patria y de la teocracia; sin embargo en tales
solemnes momentos cuando se suponía que el pueblo tendría que prepararse para adorar y dar gracias a Dios con todo el
corazón, y con pureza de espíritu, los principales líderes religiosos de la
nación que tenían a su cargo la conducción de tan tremenda responsabilidad
estaban ocupados en otra cosa que no era para nada tan espiritual, en
confeccionar un plan secreto para asesinar a Aquel joven revoltoso que les era
tan molesto, Jesús oriundo de Nazaret.
Satanás con quienes ellos fraguaban la liquidación
de este varón de Dios les envió a uno de los doce apóstoles, a Judas el
Iscariote que sin que nadie se lo pidiera sino ¡Dios sabe por qué!, se dirigió
hacia ellos y les dijo que tenía días pensando en cooperar con ellos para deshacerse
de ese Maestro porque él quería alejarse del grupo sin tener que renunciar
públicamente a la compañía del resto de sus compañeros, ni tener que decirle a
Él que se marchaba a su casa, a los suyos y a sus negocios.
Pues yendo directo a la madriguera de esos asesinos
les hizo la proposición que cuando tuviera oportunidad podría conducirlos a un
sitio apropiado para que sin escándalo pudiera ser arrestado Jesús, sus
acompañantes dispersados por pánico y él a su vez hacerse el que no tenía nada
que ver con eso, si le saludaba con una sonrisa y un beso, ¡oh la hipocresía!
Al llegar a la jefatura de estos enemigos del Señor se tomó el trabajo de
explicarles la perfección de su plan a cada uno de los sacerdotes y escribas, y
después de ellos hizo lo mismo con todos los guardas que se ocuparían del
arresto cuyo número pudiera enfrentar, dado el caso, que los discípulos se
propusieran hacer resistencia y evitar el aprisionamiento de su preceptor.
La visita de este ex apóstol les cayó como anillo al
dedo para lo que estaban tramando y se volvieron con él todo sonrisas y
amabilidades, y le mostraron un talonario de banco, quiero decir una bolsa de
dinero, y le dijeron que toda ella sería suya si el informe que les daba era
correcto y las cosas pasaban a pedir de boca. Nervioso y a la vez alegre el
individuo se retiró de la sala de estos magistrados y dando un rodeo para que
su entrada no delatara de donde venía, volvió a meterse dentro del conjunto
como si nada hubiera pasado. En realidad los once ingenuos estudiantes al
ministerio apostólico no percibieron nada extraño cuando él se incorporó al
resto, le miraron y lo vieron como siempre sin que reprodujera algún cambio
físico el ente maligno que traía, ni recordarían que Jesús entre bocados y
palabras les había dicho que tenían un traidor por compañero (Mt. 26:23).
Satanás estaba ocupado en Jerusalén aquellos días y
no estropeando los planes de alguna familia que todo el año había deseado ir a
la fiesta, sino que su ocupación en tales momentos no tenía que ver con la tradición
de Moisés sino con la supresión del potencial mesías, que un día después de
haber orado por él toda una noche lo había escogido como apóstol a sabiendas
que le había dado ingreso al que levantaría contra él su calcañar y mordería
con ingratitud la mano que le había provisto pan y había estrechado la suya en
señal de compañerismo. El corazón del Iscariote era un volcán que eructaba
sentimientos encontrados, amor y despecho, gratitud e inconformidad, lealtad y
traición, abocado en un momento decisivo de su vida a renunciar, o mejor dicho
vender los tres más felices e importantes
años de su vida. Los apostatas lo saben, que los mejores años de sus
vidas fueron aquellos cuando andaban con Jesús, no los actuales.
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