No toquen a nuestra puerta, estamos escondidos con Cristo
En
estos días de retiro involuntario he tenido la oportunidad de escuchar, al
menos un rato, algunos predicadores de buen testimonio. Uno de ellos buen
predicador y amado, en relación con esta epidemia que tiene nervioso a todo el
mundo, le dio una explicación inteligente, supongo con el sello de aprobación
de la directiva de su iglesia, y que ha de haber satisfecho a su grande
audiencia: dijo que toda la creación estaba bajo el juicio de Dios, desde que
nuestros primeros padres desobedecieron; o sea, que este devastador virus “made
in china”, o de donde haya salido, tiene una aparición natural, y por supuesto
no lo dijo, pero dio a entender que era una cuestión consecuente con el
indómito estado actual de la creación, y de la naturaleza, de esa forma
excluiría la activa voluntad de Dios. Dios queda excluido de esta triste
situación, y apto para consolar con las promesas de su Palabra, especialmente
con salmos, a los que ya sufren la enfermedad o a los que temen contagiarse y
se refugian, como en un convento, como es mi caso, entre libros, oraciones, y
escrituras. El asunto es que la Escritura dice que la creación “gime a una y
está con dolores de parto esperando la redención del pueblo de Dios”. La
creación no solamente está triste sino también con deseos de cambiar y
anhelante de ser purificada. La creación a grito pelado, quiere su redención no
estar más sujeta a la vanidad humana. El orgullo humano, el sexo y el dinero,
la tienen esclavizada (ROMANOS 8:18-23, léalo) . Otro ministro, muy amado,
deseoso de ayudar a su audiencia, también utilizó un salmo. Con éste, yo quedé
un tanto satisfecho, por sus palabras y sobre todo por la forma tan cariñosa y
bien intencionada que las dijo.
El
asunto está en que ambas explicaciones de la enfermedad, la que no menciono por
nombre porque la conocen y es de palpitante actualidad, aunque satisfacen a la
atribulada y asustada sociedad, dejaron de exhortar espiritualmente a la
audiencia para que se humillara, pidiera perdón por sus pecados, para que se
santificara, para que fuera mejor cristiana, para que se pareciera más a Dios,
y hubiera sido perfecto si se les dijera que regresaran a Jehová Dios Padre.
Consolando, santificando y evangelizando. En estos temas es importante por la
naturaleza de esta plaga, no egipcia, la cuidadosa lectura del comportamiento
de Dios y del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento, no solamente en los
salmos sino también en los libros históricos. Esta enfermedad debe ser tomada
como un llamado para que el mundo se dé cuenta de lo frágil que es y busque a
Dios, no solamente para consuelo sino también para que depure su mensaje, para
que sea más teológico, para que se santifique y se lave los residuos de la
escoria de su humanismo social. Cuando concluya la epidemia la iglesia debe
quedar limpia, más espiritualmente interesada en los asuntos divinos y en
componer las vidas de su sufrido contexto histórico.
No
se trata solamente que recibamos la gracia de Dios para que nos ayude a
transitar por esta situación, sino para que seamos mejores creyentes cuando
ella concluya. Y ¡en esperanza digo: va a concluir! Es la hora histórica de
evangelizar y de la santificación. Crear un mundo mejor, menos secular, menos
hedonista y menos narcisista. Las buenas intenciones de los púlpitos no deben
ser solamente psicológicas sino espirituales. El pragmatismo de la psicología
está acabando con la vida espiritual de las iglesias. Las predicaciones y los
estudios bíblicos no deben ser solamente pragmáticos, psicológicos, y la Biblia
utilizada con todas sus bellísimas promesas espirituales y de fe, para uno
sentirse mejor, para ser más optimista, que no es lo mismo que tener más fe,
pero explicada no espiritualmente. Dios no comunica la fe por esa vía, y por
ende no cambia a nadie en el sentido redentor, y la gente sigue siendo secular,
hedonista y narcisista. Mas bien se confirma en ese estilo de comportamiento.
Esta epidemia, o pandemia, lo mismo que las de la Edad Media, necesita algo más
que medicinas y buenos consejos, para sobrevivir, lo cual sería solamente
embotar el filo de la espada divina que debe llegarnos hasta los tuétanos y
darnos a conocer las intenciones del corazón (Hebreos 4:12.13). Nuestra familia
ahora aislada para evitar la propagación del contagio, nadie toque a la puerta,
no miraremos al mundo ni con medio ojo, ni por una rendija, porque estamos
incomunicados, ya hemos muerto, dennos baja en el registro de enfermos, des
entubados, nuestros nombres borrados del mundo, y ya escritos en el libro del
paraíso, porque hemos muerto al pecado y estamos escondidos con Cristo en
Dios (Colosenses 3:3).
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