El desarrollo con puntos y comas, de nuestro destino
Si Dios permite alguna cosa, me parece que la
expresión de permisión divina en su voluntad tiene la misma firma de aprobación
que lo que comúnmente se dice sobre la voluntad activa de Dios. Si hubiera
diferencia habría que imaginarse entonces a Dios con los brazos cruzados por
una circunstancia que se va a crear que no le satisface nada, pero que entonces
su mente infinita llena de gracia y buena voluntad, decide que tal o más cuál
cosa acontezca, algún tropiezo, alguna enfermedad, algún pecado, con el
propósito de darle una solución satisfactoria para él mismo. Es como si Dios a
propósito suyo concibiera que se le enreden sus papeles, y los nuestros, para
después ponerlos en orden. Hay que usar mucha sutileza y profundidad de
razonamiento que yo no tengo para hacer una distinción entre ambas, la voluntad
activa de Dios y su voluntad permisiva, porque hasta dónde llega mi apreciación
existe una sola voluntad, lo que Dios quiere y nosotros los humanos con nuestra
infinitud, nos arreglamos para excusarlo de tal y más cual acontecimiento y
evitarnos el problema de acusarle de alguna injusticia, o despropósito (Job
1:22). ¿Acaso no dice que si hay algún mal en la ciudad que él no haya creado? (Amós
3:6). En lo que hay que pensar es que Dios es un misterio y su voluntad también
es un misterio y todas las cosas que acontecen en el mundo creado por él no
tienen fáciles explicaciones, y nos viene a propósito usar lo que se halla en
los labios de Jesús “sí Padre porque así te agradó” (Mt. 11:26). Cuando este
mundo rodó al espacio por primera vez y empezó a realizarse su voluntad y todo
su plan, completo, estaba hecho incluyendo la solución con la muerte de Jesús
como cordero que derrama su sangre en sacrificio “desde la fundación del mundo”
(Mt. 25:34; 1 Pe. 1:20). Y si algo como eso está previsto, y no solamente
previsto sino incluido con un propósito muy sabio, con una solución, la
historia de Jesús de Nazaret tenía que acontecer como la conocemos por los
evangelios. El origen del pecado no es de producción divina sino diabólica e
inyectado en la constitución humana por satanás, más cómo se originó el primer
pensamiento rebelde en la mente de ese poderoso ser espiritual, excede a toda
explicación humana. Para mí, con una mente finita, pero llena de amor y respeto
para mí Deidad, es satisfactorio pensar, con fe. Y explicarme con ella, que los
planes eternos de cada persona están escritos con pluma y tinta misteriosa y con
propósitos inteligentes que tarde o temprano, cuando el rollo de la providencia
donde están escritos por la mano divina, todas las interrogantes que cada cual
tenga y quiera preguntarle a Dios sobre acontecimientos que ha vivido buenos y
malos, recibirán satisfactorias contestaciones “para la alabanza de su gloria”
(Efe. 1:6, 14). Sean que glorifiquen su gracia o su justicia. Quiero siempre
tener la gracia suficiente, para no quejarme ni maldecir mi suerte por el insignificante
lugar donde he nacido, porque no haya habido para mí lugar en el mesón, en el
hospital, por los azotes que la vida me ha dado, por las mentiras y
difamaciones que he sufrido, por la ingratitud de la cual he sido objeto, por
la dificultad para pagar impuestos al gobierno, por los clavos que me han clavado,
por las burlas que han hecho sobre mi persona, mi vocación, por todos los que me
han escupido el rostro con desprecio, las cruces que me han impuesto, quiero
darle gracias a Dios por todo eso que ha estado siempre en su imaginación y en
el diseño de mi existencia. De todos modos, mi vida tendrá para alguien alguna
trascendencia. Y no habré vivido en vano. Mi historia la ha confeccionado Dios.
Quiero siempre tener la fe y el coraje para decirle a Dios “si padre porque así
te agradó” (Mt.11:26); porque resumiendo nuestros años podemos decir que todo
ha obrado para nuestro bien y debiéramos estar conformes con lo bueno y con lo
malo que nos ha pasado, con errores que no volveremos a cometer ni pecados que
ya una vez, y más de una, han sido perdonados. Queremos ser hijos e hijas
obedientes y disfrutar los privilegios que tenemos por nuestra elección eterna
y por el desarrollo que ha ido teniendo nuestra vida, con la única voluntad divina
que particularmente yo me siento conforme, con Sus deseos activos y en proceso
de desarrollo hasta que muera, en la forma ya predestinada. Ya ordenada.
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