Hay perdones que no se dicen
" Vino luego a Betsaida; y le trajeron un
ciego, y le rogaron que le tocase. Entonces, tomando la mano del ciego, le sacó
fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima, y le
preguntó si veía algo. El, mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, pero
los veo que andan. Luego le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo
que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos. Y lo envió
a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea”
¿Soportarías eso por tu bendición? ¿No sabes que las
bendiciones divinas cuestan y no dinero sino algo del carácter y del corazón? ¿Lo hizo para humillarlo? Puede
que sí, pues fue recibiendo su bendición poco a poco, yendo lentamente hacia la
luz. El pago de someterse a una humillación circunstancial; la confianza de lo
que hace, aunque sea incomprensible, desagradable, bochornoso, tiene algún
sentido. No pienses recibir bendiciones sin que tu alma se prepare para ellas.
Jesús lo sacó fuera de la aldea por dos razones
pienso: para evitar el crecimiento de su popularidad que le traería sobre sí
odio y envidia y como en otros casos pidió que el milagro se mantuviera en
privado. Pero la razón principal pudo haber sido la forma en que lo iba a sanar, que no era para que la compartiera
en público. Hay vergüenzas propias y privadas que tienen que mantenerse entre
el Señor y el pecador. No es la intención del Señor que compartamos con otros
todo lo que hace en nuestra vida. A las humillaciones que considera
conveniente. Si Jesús me escupiera yo no lo diría. Mencionaría que puso sus
manos sobre mí y que me sanó poco a poco y omitiría lo de la saliva. Quizás
miró a través de sus ojos el alma y vio algo que le dio asco, y lo escupió, que
equivaldría a una santificación. Hay perdones que no se cuentan porque hay
pecados cometidos que no se dicen, no edifican a nadie. No es necesario que
para animar a otros le contemos los detalles de lo perversos que hemos sido. Da
vergüenza y no edifican.
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