Una unción fresca del Espíritu Santo

Salmo 92: 10-15
“…tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo, he sido ungido con aceite fresco”. LBLA dice “tú has exaltado mi poder como el del búfalo”.

El texto se refiere al cuerno como la fuerza y al unicornio como al búfalo. Quizás parece extraño que pida eso. ¿Para qué quiere una fuerza descomunal como ésa? Para defenderse y prevalecer contra sus enemigos. ¿No hubiera sido mejor que orara a Dios y que él los destruyera? Eso parece haberlo hecho en el v. 9. ¿Pudo eso ocurrir? No. ¿Quería ser un Sansón? ¿Y de qué le hubiera servido? Eso no hacía falta, lo que necesitaba era una nueva unción. La primera parte de su petición es humana, en la segunda ora en el Espíritu con una unción fresca, con una nueva bendición, sus enemigos se debilitarían.

Quizás en situaciones difíciles no es fortaleza lo necesitamos sino ayuda, no energía corporal sino unción espiritual, no las armas carnales sino las de Dios que son más poderosas. (Meditar en 2 Co. 10: 4). Oh Señor si tú me complacieras y fortalecieras mi fe así, si tú me ungieras con una nueva bendición, entonces ninguno de los enemigos de la fe podrá destruirme. Úngeme Señor con aceite fresco, refresca mi bautismo del Espíritu, renueva mis plumas, mi primer amor, vigoriza mi esperanza celestial. Quien más fuerza y unción necesita es el ministro de Dios que tiene que combatir ardientemente por la fe “una vez dada a los santos”; en especial el primer día de su semana. Y después los otros seis.

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