Cuando el evangelio toca a la puerta
LUCAS 12:49-53
“49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y
qué quiero, si ya se ha encendido? 50
De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se
cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os
digo: No, sino disensión. 52 Porque de aquí en adelante, cinco en
una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. 53
Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre
contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la
nuera contra su suegra”.
Estas palabras están más completas en el evangelio
según Mateo. Jesús estaba convencido que para la sociedad su persona era
conflictiva y su Evangelio también; que al presentarse tal cual era y predicar
sus doctrinas no sería recibido con los brazos abiertos, o mejor dicho que unos
sí le darían aceptación pero otros no, o sea, en relación con la sociedad y
especialmente con la familia, él y su mensaje producirían división, y eso lo
compara a encender un fuego dentro del hogar, provocar celo, acaloradas
discusiones y rompimiento de relaciones; y una familia que antes estaba unida
por la carne y la tradición, esas nuevas ideas y prácticas, esa nueva fe en
Jesús como el Mesías, desarmaría la estructura familiar enemistando a los miembros
de ella unos contra otros, el padre contra el hijo y viceversa, el esposo
contra la esposa y viceversa, etc., es decir él reconoce que así sería y no lo
esconde para que cuando sus discípulos experimenten el efecto de su fe en la
familia no se sorprendan sino que recuerden que ya antes él lo había dicho.
Jesús no fue uno de esos predicadores que anunciaban
que el evangelio era una doctrina que uniría a la familia y reconciliaría a los
que estuvieran separados. Las doctrinas de Jesús entran en conflicto con otras
que llegaron primero, suscitan pleitos con la ética familiar y con las
venerables tradiciones y comportamientos acostumbrados porque ellas producen
una conversión, y un estilo de vida diferente con una ideología teológica
distinta que da al traste con casi la totalidad de las ideas añejas que
llegaron primero y constituyeron el núcleo familiar.
Por supuesto que no debiera ser así sino que el
anuncio de la persona de Jesús y su mensaje de reconciliación debieran servir
para reconstruir cualquier hogar que se encuentre hecho pedazos, sin embargo a
veces una familia así dividida se une para rechazar la invasión del progreso
del evangelio que recién por alguno de sus miembros tocó a la puerta. En realidad, el ideal y la meta del evangelio es
construir una nueva familia y es precisamente por ese ambicioso motivo que la
doctrina y la ética cristianas deben batallar, y producen inevitables
enfrentamientos con la estructura de una antigua relación formada de modo
distinto a como él la halló, y la combate.
Jesús no hubiera querido que eso ocurriera porque la
pregunta que se hace a sí mismo "¿y qué quiero si ya se ha
encendido?", refleja que el panorama que ha surgido enfrente es lamentable
pero también inevitable y su interrogación revela conformidad con lo que no
puede ser de otra manera, para la vieja familia que tiene que atravesar este
proceso de cambio que pudiera ser transitorio o permanente durando toda la
vida, si es que algunos de los miembros persisten en ser como han sido y además
activos en rechazar la nueva forma de vida del pariente cercano.
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