Se debe apuntalar una iglesia o dejarla que se caiga
2 Samuel 6: 6, 7
“Uza
extendió la mano y sostuvo el arca de Dios porque los bueyes tropezaban”.
Lo
que mal empieza mal acaba; sin embargo hay lecciones positivas en este caso. El
arca debía ser cargada en hombros y no montada en un carro. En estos versículos
LBLA en vez de traducir interpreta, “porque los bueyes casi la volcaron”. No es
que volcaran el arca sino que los bueyes tropezaban y podían volcarla, y Uza no
lo hizo por irreverencia sino por un instintivo error, con la mejor intención del
mundo pero una equivocación. La razón que tuvo el pobre Uza para sostener el
arca fue que los bueyes tropezaban y ella podría caerse, pero Dios consideró
que a pesar de su supuesta buena intención era un pecado suyo. La Escritura
explica por qué lo hizo, que supuestamente ha de haber sido la explicación que
David y sus compañeros dieron, pero Dios que conoce el corazón de todos lo
calificó de temeridad, no de un acto
noble y bien intencionado. Uno le preguntaría a Dios: ¿Temeridad Señor, si él
quiso proteger tu obra, se dio cuenta que se caía y la apuntaló? Según él su celo
hizo que extendiera una mano amiga de cooperación. Quisiéramos que lo tuvieras
como una ayuda y no una temeridad, una oportuna colaboración, una mano
bondadosa y consagrada, lista para apoyar y cooperar con la obra en momentos
críticos, un favor”.
La
mayor lección de esto, contando la irreverencia y la temeridad, es que Dios es
capaz de sostener su iglesia en momento en que ella tropieza y parece irse al
piso. Esa agilidad para sostener la obra de Dios fue vista como si él fuera incapaz
para proveer recursos y estabilizar una “denominación” “iglesia” que se desequilibra. El Señor perdone nuestra falta de fe, nuestras equivocaciones,
los recursos indebidos que hemos buscado cuando debimos dejar que pase lo que
pase porque es mejor la humillación de su obra, que se caiga, el suelo, que su
profanación. De algún modo vendrá “respiro y liberación” (Ester 4: 14), sin que
tú y yo sepamos cómo y de dónde. Sin embargo se puede hacer lo que hizo Uza,
sin cruzarnos de brazos, y tampoco obrar con temeridad; estar ahí, en el lugar
apropiado, en el momento apropiado, para dar auxilio a una obra que está perdiendo su equilibrio debido a los bueyes
que la transportan.
Termino
con una observación curiosa pues dice que “allí murió junto al arca de Dios”, y
cuando miro lo que pasó, me es triste pero de consuelo porque no murió en otro
lugar, en un burdel o en una cantina o bar, ni siquiera en su cama, sino
sirviendo al Señor. Algunos príncipes de Dios han muerto en el púlpito. Han
quedado tendidos juntos al arca de Dios. Tal vez hicieron algo mal hecho por la
obra de Dios, y la historia los critica, pero tenían buena intención, se
preocupaban por ella, y cuando nadie más
movió un dedo y todos se quedaron nada más que mirando, ellos dieron una
mano, o las dos.
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