Recordando lo que fuimos y ya no somos
II Samuel 7: 8-17
“Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel; y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente. Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David”.
Dios le hace un recuento de lo que ha hecho por él y de lo que hará, que en vez de construirle un edificio él le edificará una familia. Solamente la intención para hacer algo bueno para el Señor, aunque sea innecesario, desencadena un montón de bendiciones para nosotros y los nuestros. De “detrás de la majada”, del ganado hasta príncipe sobre su pueblo. ¡Cuánta gracia Dios tuvo con él!, y se lo recordó todo porque quizás podría olvidarlo. Siempre debemos tener presente la gracia que Dios nos ha dado y lo que ha hecho con nosotros, para agradecérselo. Si no podemos darnos cuenta lo que somos, o lo olvidamos, empecemos recordando lo que fuimos y ya no somos. El diablo por un lado, nuestra ingrata memoria por el otro, esconden lo que Dios ha hecho a nuestro favor. Lo que antes éramos y ya no somos.
Ahora nuevas criaturas, poseedores de no solo la gracia común sino de la gracia salvadora, no solo con un nombre carnal sino uno espiritual escrito en los cielos, no sentados ya en sillas de escarnecedores sino en los lugares celestiales con Cristo. Éramos como una caña cascada y un pábilo que humeaba, y hoy como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a tiempo y su hoja no cae. Y por añadidura, un corazón no solamente sabio sino que le ame sin haberle visto, pescadores de hombres, portadores de las buenas noticias de salvación para el mundo, escribas doctos en el reino de los cielos. Y de nuestros labios el pueblo busca la ley de Dios. Desde el pastizal detrás del ganado hasta rey de Israel. Vea en el v. 12 como Dios le dice “cuando tus días se cumplan”, cuando se complete tu vida, o sea después de ti haré esto y lo otro. Venimos a este mundo con nuestra historia escrita. Amén.
“Ahora, pues, dirás así a mi siervo David: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel; y he estado contigo en todo cuanto has andado, y delante de ti he destruido a todos tus enemigos, y te he dado nombre grande, como el nombre de los grandes que hay en la tierra. Además, yo fijaré lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido, ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Asimismo Jehová te hace saber que él te hará casa. Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente. Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David”.
Dios le hace un recuento de lo que ha hecho por él y de lo que hará, que en vez de construirle un edificio él le edificará una familia. Solamente la intención para hacer algo bueno para el Señor, aunque sea innecesario, desencadena un montón de bendiciones para nosotros y los nuestros. De “detrás de la majada”, del ganado hasta príncipe sobre su pueblo. ¡Cuánta gracia Dios tuvo con él!, y se lo recordó todo porque quizás podría olvidarlo. Siempre debemos tener presente la gracia que Dios nos ha dado y lo que ha hecho con nosotros, para agradecérselo. Si no podemos darnos cuenta lo que somos, o lo olvidamos, empecemos recordando lo que fuimos y ya no somos. El diablo por un lado, nuestra ingrata memoria por el otro, esconden lo que Dios ha hecho a nuestro favor. Lo que antes éramos y ya no somos.
Ahora nuevas criaturas, poseedores de no solo la gracia común sino de la gracia salvadora, no solo con un nombre carnal sino uno espiritual escrito en los cielos, no sentados ya en sillas de escarnecedores sino en los lugares celestiales con Cristo. Éramos como una caña cascada y un pábilo que humeaba, y hoy como un árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a tiempo y su hoja no cae. Y por añadidura, un corazón no solamente sabio sino que le ame sin haberle visto, pescadores de hombres, portadores de las buenas noticias de salvación para el mundo, escribas doctos en el reino de los cielos. Y de nuestros labios el pueblo busca la ley de Dios. Desde el pastizal detrás del ganado hasta rey de Israel. Vea en el v. 12 como Dios le dice “cuando tus días se cumplan”, cuando se complete tu vida, o sea después de ti haré esto y lo otro. Venimos a este mundo con nuestra historia escrita. Amén.
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