Una iglesia que nadie quiere
Isaías
3:1-7
“Porque
he aquí, el Señor, DIOS de los ejércitos, quitará de Jerusalén y de Judá el
sustento y el apoyo: todo sustento de pan y todo sustento de agua; al poderoso
y al guerrero, al juez y al profeta, al adivino y al anciano, al capitán de
cincuenta y al hombre respetable, al consejero, al diestro artífice y al hábil
encantador. Les daré muchachos por príncipes, y niños caprichosos gobernarán
sobre ellos. Y el pueblo será oprimido, el uno por el otro y cada cual por su
prójimo; el joven se alzará contra el anciano, y el indigno contra el
honorable. Cuando un hombre eche mano a su hermano en la casa de su padre, diciendo:
Tú tienes manto, serás nuestro jefe, y estas ruinas estarán bajo tu mando, ese día el otro se indignará, diciendo: No seré vuestro sanador, porque en mi casa no hay ni pan ni manto; no
debéis nombrarme jefe del pueblo”.
Este
es el triste escenario hipotético de un Israel desobediente y que pinta bien lo
que pudiera ser una iglesia cristiana que se rebela contra Dios y se queda sin
líderes y en un estado tan calamitoso que le es difícil conseguir a un siervo
de Dios que desee ir a pastorearlos. Y las razones que ese ministro tiene para
no aceptar la invitación no son nada censurables. No porque el sueldo sea pobre
o la congregación pequeña sino porque sobre esa iglesia ha oído que ha pasado
el juicio de Dios.
Los
empobrecidos líderes que le quedan, los que en otro tiempo querían ser los
ministros de la congregación, ahora no quieren ser los pastores de esos
empobrecidos y mal unidos sobrevivientes. La iglesia lo intentó, hallar un
pastor entre sus miembros, porque desde afuera nadie quiso venir.
¿Quién
va a querer gobernar sobre nada, peor, sobre ruinas (v. 6)? ¿Príncipe de qué y de quién? ¿Quién quiere una
iglesia así destrozada o como dice “en ruinas”, que significa desplomada,
deshecha y con piedras de tropiezo por un lado y el otro. Después
que Dios castiga a una iglesia ¿qué pastor siente llamamiento hacia ella? Uno
de entre ellos no puede serlo aunque algunos lo nombren porque en realidad no
tendrá más que los otros para ejercer su función, como dice, “tú tienes
vestidos” “tienes manto”, o sea, retienes aún una posición económica mejor que
nosotros, gobiérnanos; y tratan de elegir para
una posición espiritual a un hermano que sabe de negocios, que tiene algún
dinero, alguna empresa, pero es también uno de los castigados por el Señor. ¿No
ven que una posición social no es lo mismo que una posición espiritual?
Pero
estando la iglesia en esas condiciones él se mostrará poco ambicioso, y por lo
que en otro tiempo se dejaría cortar una mano ahora lo declina, ya no es la
iglesia que él conoció. Declinará porque no quiere reinar sobre un
desastre, por donde ha pasado un
terremoto. Además ¿qué es eso de nombrar como sanador o líder de una iglesia
que tiene que recuperarse, a un hombre cuya única cualidad es que tiene un poco
de dinero? Lo único que podrán encontrar son jóvenes osados que no sepan bien
lo que estarán haciendo (v.4); no jóvenes como Spurgeon en Waterbeach o en
Londres, excepcionales.
Y
¿qué pastor, sino un incauto, acepta el llamamiento de una iglesia donde los
jóvenes son los que mandan y principalmente tienen como rivales a los hermanos
mayores de la congregación, y los que menos prestigio siempre han tenido ahora
se yerguen contra los honorables para sustituirlos menospreciando sus ideas y
opiniones? (v.5). Una
iglesia dividida generacionalmente,
un pastor sabio no la desea para pastorear, sobre todo si es un pastor con
experiencia, es decir viejo, no porque no puedan ofrecerle un salario sino
porque a él no le queda mucho futuro y ella no lo tiene. Excepto un milagro de
Dios. Eso será Israel, una iglesia que nadie querrá.
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