Una teología auténtica dentro de una envoltura racial
Marcos 7:24-30
24 Levantándose de allí, se
fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie
lo supiese; pero no pudo esconderse. 25 Porque una mujer, cuya hija
tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies.26
La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de
su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja primero
que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y
echarlo a los perrillos. 28
Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa,
comen de las migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el
demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando llegó ella a su casa,
halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama”.
Dejando el
auditorio judío Jesús se trasladó a las partes más altas de Galilea de los
gentiles donde se encontraban esas dos ciudades pobladas mayormente por griegos
o por "perros" como los judíos solían llamar a los que no
pertenecieran a su nación (v. 27). Tal vez se recogió tan afuera de los suyos
por lo incómoda que ha de haberse puesto la situación por sus últimas palabras sobre
la depravación total del corazón, que chocaron profundamente contra el
orgullo humano. Jesús nunca dio muestras de querer hacerse un predicador
popular, y en ese sentido advirtió a sus apóstoles que desconfiaran de la fama
(Luc. 6:26), que suele acompañar a las predicaciones con teologías falsas.
Jesús predicaba para salvar porque era el Salvador. Su meta siempre fue tocar
el corazón humano, meter su mano dentro de él y sacar toda suciedad que
impidiera hacerlo su morada.
Y ya entre
ese tipo de gente desconocedora de la Palabra de Dios y sin la ética de
verdaderos creyentes, fue que se apareció esta mujer trayendo consigo el
problema de su hija enferma, y la expuso a ella, una gentil, al mismo
procedimiento de salvación, humillándola, y le llamó perrillo. Jesús
califica a esta mujer del mismo modo que a su pueblo, y aunque su teología va
envuelta dentro de un estuche racial, su respuesta fue superior a los de su
nación, no de enojo y desacuerdo sino de asentimiento y fe. Ella quiso
responderle, “sí, somos como tú nos calificas, bárbaros, sin la ley de
tu Dios así nos hemos puesto, perrillos que reciben migajas, pero danos
esas que te sobran de los judíos, migajas de salvación". No discutió sobre
si su definición era étnica y racista, ni se sintió ofendida con la comparación
sino que la tomó como una verdad espiritual y por eso fue salva, porque la
salvación viene de los judíos y discutiendo sobre méritos humanos y sobre el
valor de su cultura nadie va a la gloria.
Este
evangelio no contiene esas palabras pero Mateo sí, Jesús le dice "oh mujer
grande es tu fe" (Mt. 15:27,28); contrastando el producto de la
predicación, que describe la conducta humana como completamente corrompida,
a la reacción violenta de los que supuestamente ya eran hijos de Dios y no perros.
A partir de ese entonces esa gente quedaba avisada y los discípulos
aleccionados que el evangelio sería compartido con el mundo. Aquellos apóstoles
influidos por esa clase de teología real y áspera, que con el desarrollo de los
siglos ha venido a llamarse doctrinas de la gracia, contendían con el
diablo por medio de la Palabra de Dios, para transformar la mente y vida de
hombres y mujeres, sean judíos, griegos, bárbaros o escitas, y siervos o libres
(Col. 3:11). Esto que oímos es una
teología auténtica dentro de una envoltura con un poco de prejuicio racial.
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