Sueño, un don divino


Salmo 127:2
“A sus amados dará Jehová el sueño”.

Le vendrá el sueño a los ojos si tiene fe, si no, la preocupación mantendrá despierto al amado de Dios, en su cama, y no lo dejará dormir. Mil pensamientos lo asaltarán repetidamente, dando vueltas en torno al mismo asunto sin ir a ninguna parte sin poder quedarse dormido, hasta que la fe saca una promesa de la palabra de Dios y trae la calma.

Este sueño es distinto al del salmo anterior. El sueño es uno de los dones más preciosos que Dios ha concedido a todas sus criaturas; hasta donde sé todas ellas duermen. En el mar los peces duermen, las aves duermen, los animales, los seres humanos y hay plantas que suelen dormirse también, o al menos invierten su proceso diurno, que ya es un descanso en sí mismo. Hay sueños placenteros como el sueño del trabajador, sea que coma mucho o poco (Ecl. 5:12), Dios hace que repose y tenga fuerzas para el otro día volver hacer sus labores. Es un precioso disfrute del hombre trabajador que cansado se va a la cama para volver a la faena del nuevo día y traer el pan familiar. Proverbios también habla del sueño como un apreciado don de Dios que usa indebidamente la gente ociosa (Prov. 6:4, 9-11).

Es decir, que unos lo usan para reponer sus fuerzas y poder trabajar y otros en sustitución del mismo trabajo. Pero en el Nuevo Testamento hay más acerca del sueño. Nuestro amado Señor cansado se echó a dormir sobre un cabezal sin temer a nada (Mr. 4:38), cuyo sueño tan placentero es un producto de su confianza en la providencia como lo dice el mismo David: “En paz me acostaré y asimismo dormiré porque sólo tú, oh Jehová, me haces vivir confiado” (Sal. 4:8). Es el sueño que tuvo Pedro en la cárcel sin temer que al otro día lo fueran a ejecutar (Hch. 12:6, 7). Sin embargo el sueño lo envía Dios por medio del ángel de la fe en sus promesas. Si crees puedes dormir. Si no tienes fe te pasarás la noche en vela aunque Dios te ame porque por causa de tu incredulidad no podrá obrar ese maravilloso milagro en ti (Mt. 13: 58).

¿Puedes dormir así, sin temer que nada malo te ha de ocurrir? Hay sueños que vienen por la tristeza, como el de los discípulos (Mr. 14:40), Dios lo concede para aliviar la mente y el corazón pues de lo contrario haría casi insoportable el dolor. Y hay sueño que puede ser un peligro. El sueño de uno que conduce un coche o el de Eutico que se quedó dormido en una ventana (Hch. 20:9). ¡Gracias a Dios nuestras iglesias tienen suficientes asientos! Seguro que el pecado no lo saca Dios del corazón del hombre como la costilla a Adán, mientras dormía.  

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