Si el predicador es un adúltero en secreto
"Afirmar
que nuestra actual crisis en la iglesia representa un fallo en su moralidad, con
eso no estoy queriendo decir que el poder del evangelio depende para su
eficacia de la moral personal del predicador. La palabra es la Palabra; y se
muestra poderosa precisamente porque es la Palabra de Dios acompañada por el
Espíritu de Dios. Se pudiera tratar de un predicador que es adúltero en
secreto, sin embargo esto no evita que haya convertidos a Cristo en su ministerio.
Verdaderamente, una las cosas más asombrosas que se puede leer en la historia
de la iglesia es el hecho que el reino de Dios progresa a menudo en medio de la
inmoralidad e infidelidad de sus líderes. Declarar, entonces, que el problema
de la iglesia actual es un problema moral, significa que no se está estableciendo
una relación irrompible de causa y efecto entre la conducta del predicador y la
efectividad del evangelio. ¡Y gracias a Dios que es así! Si tal relación
indiscutiblemente hubiera existido, ¿quién de nosotros en la actualidad se
hubiera convertido a Cristo? Es solamente a través de la gracia de Dios, la
cual hace que el predicador siendo pecador conduzca a hombres y mujeres a
Cristo" (Tomado del libro, Reformation, Yesterday, Today, and Tomorrow, Carl R. Trueman, pag. 31).
Se
comprende al autor que diga esto, cuando el énfasis de todo el libro es puesto
en exaltar la independencia de la Palabra de Dios, de la experiencia humana, incluyendo
la moralidad. Aunque no se alarga en la exposición de la soberanía de Dios, esa
doctrina permea lo que afirma, que la Palabra de Dios es independiente de todo,
y del predicador y su conducta. Engendrar un hijo espiritual esencialmente no
corresponde a la voluntad humana, la personalidad del comunicador, sus
costumbres, sus gustos, sino al contenido de lo que dice y a la gracia
soberana.
Es
lamentable cuando casos así de predicadores adúlteros, ladrones, o que sufren
alguna adicción, son descubiertos mirando pornografía en la misma computadora
(ordenador) donde escribe sus sermones bíblicos. Pero la última palabra en
cuanto al progreso del evangelio no la tiene la moralidad ni el diablo sino
Dios, y los nuevos convertidos proseguirán salvándose pese a todo, y no
bautizándose en el hombre de Pablo, en el nombre de Apolo o en el nombre de
Pedro, sino en el nombre de Jesús que está sobre los nombres de ellos. Existen
ejemplos de cristianos que han adquirido su fe mediante la predicación de
hombres que luego se constituyeron en herejes y apóstatas, incluso que negaron
la fe. Seguimos siendo pecadores y al mismo tiempo salvando pecadores.
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