Tesoro en ánfora de barro
2Corintios 4:7-12
“7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que , la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros, 8 que
estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no
desesperados; 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados,
pero no destruidos; 10 llevando en el cuerpo siempre por todas
partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en
nuestros cuerpos. 11 Porque nosotros que vivimos, siempre
estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de
Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. 12 De manera que
la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida”.
En este texto podrás observar el secreto de la “actitud
positiva” y del “optimismo” que mantiene el apóstol Pablo frente a las
circunstancias adversas. Es que siente el poder de Dios no evitando los
contratiempos sino haciendo que asuma una actitud
consecuente, constructiva y triunfal.
1. Es interesante observar en su experiencia, no sólo que
Dios no lo excluye de padecimientos ni le
concede una seguridad en la fe que lo preserve indiferente sino que sintiendo y viviendo plenamente su
momento no llega a un punto de dar la impresión a otros que no tiene fe; puede
sufrir, llorar pero no perder la calma y la certeza que las cosas cambiarán y
tendrán alguna solución. En la versión Dios Habla Hoy traducen:
“Así aunque lleno de problemas no estamos sin salida, tenemos
preocupaciones pero no desesperamos” (v.8). Y ese mismo versículo se puede
traducir: “Atribulados pero no aplastados”. Sabían por experiencia que todas
sus situaciones tendrían alguna salida y que la multitud de preocupaciones que
sobre él se agolpaban (11:28) no lo liquidarían. No dice que
ellos vivan sin problemas, estaban “llenos de problemas”. En otro sitio habla
sobre sus desvelos (6:5; 11:27). No dormían bien aunque
recitaran “en paz me acostaré y así mismo dormiré”. Y todas esas cosas
trabajaban sobre su frágil cuerpo ayudando a su deterioro. El tamaño de su fe
no se medía por la ausencia de preocupaciones sino por la perseverancia dentro
de ellas, por la continuación en su puesto y la determinación de continuar con
su vocación. Ninguno de ellos era un mar tranquilo. No vivían “junto a aguas de
reposo”. A veces se hallaban “apurados”, en apuros (v.8) pero añade, “no
desesperados”. Algo dentro del alma de ellos permanecía seguro y aceptaban el
reto de las circunstancias.
2. Observa que el apóstol habla, piensa que el
conocimiento que tiene de Cristo, el evangelio, es un tesoro recibido
por el mismo Señor que siendo rico se hizo pobre para que con su pobreza
seamos enriquecidos (8:9). Y comparado con ese tesoro todo lo demás es skubala,
basura, o mejor dicho, “estiércol o excremento” (Flp.3:8). La aceptación de su
evangelio era un enriquecimiento. El valioso tesoro que tenemos no son aquellas
cosas de la carne sobre las cuales podemos gloriarnos ante los demás; podrán
ser las humillaciones que hemos sufrido, las pérdidas que hemos tenido, las
limitaciones que el Señor nos ha impuesto, y sobre todo el conocimiento
espiritual del evangelio, y las diamantinas verdades que refulgen en nuestras
almas. Oh Señor, nos gloriamos en nuestras debilidades porque con ellas entra el
poder tuyo.
3. A manera de confirmación les pido que se fijen en su actitud correcta frente a las
atrocidades, para que Dios nos ayude a considerar el resultado de su
conducta e imitar su fe (He.13:7). A pesar de las tribulaciones que sufre
no habla con espíritu derrotado; y no puede sentirse así porque no se queda abandonado a sus
propias debilidades sino que es asistido por el Señor que le permite enfrentar
sus circunstancias con una actitud mental apropiada, producto de su fe en Dios
y más que todo por la ayuda de Cristo.
Tribulaciones ha tenido pero no se ha mostrado ante sí
mismo y ante sus compañeros, angustiado como si hubiera perdido la esperanza y
como si no tuviera alguna salida;
sino que en todo momento ha conservado su calma. Realmente ha pasado momentos
de apuros pero tampoco ha llegado a la desesperación; nunca ha sentido ni
pensado que se halla desamparado por Dios y que éste le haya vuelto la espalda;
esa sensación de desamparo y abandono, jamás la ha sentido, porque cuando todos
lo han abandonado el Señor ha estado a su lado (2Ti.4:16,17).
Los golpes en su ministerio y de la vida lo han derribado
pero al poco tiempo ha podido recuperarse mostrando que el daño que le han
hecho ha sido mucho pero que no lo han acabado, y que Pablo no está destruido.
Dondequiera que fuera había peligro de muerte y sin embargo "la vida de
Jesús" se manifestaba en su fortalecimiento de ánimo como si tuviera un
cuerpo resucitado por el poder de Dios. Sin embargo, cuando ha llegado al
límite de sí mismo ha sentido la ayuda del Señor y ha visto “la excelencia del
poder” suyo.
¿Cuál es el secreto de esa actitud indescriptible, del
apóstol indoblegable y sin embargo humano? ¿Acaso la negación de las realidades
negativas que lo atacan, como si no existieran? ¿En una declaración positiva
diciendo: “tengo dinero, no me han apedreado, no estoy en apuro”? No, la
realidad es que no tiene oro ni plata, lleva en su cuerpo por todas
partes las marcas del Señor Jesús y sí ha perdido la esperanza de
conservar la vida (1:8). La fe no niega la realidad sino que la enfrenta.
No es tan ingenuo y fanático para eso sino que puede ver siempre el poder de
Dios en el límite de su fortaleza. Todo
ese tesoro del evangelio y el oportuno poder de Dios, indiscutible, es depositado
en ánfora de barro. Y esa convicción, sensación, pensamiento, sentimiento, como
quiera llamarle, hace que uno se dé cuenta que
a pesar de las grietas que aparezca en el borde o en el fondo de nuestra vida
espiritual, nos regocijamos que lo que creemos, confesamos y predicamos, es
todo un tesoro, que nos hace sentir privilegiados, hijos de Dios, adoptados y
regenerados, justificados, perdonados, en fin, volando en el cielo con los ángeles,
o en la cima del mundo.
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