No he sido tomado preso por mitos sino por historias muy ciertas
2 Pedro 1: 16-21
"Porque cuando os dimos
a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no seguimos fábulas
ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares de su
majestad".
Yo sé, Señor, que no estoy siguiendo fábulas artificiosas,
hábilmente tejidas por impostores, por hombres engañadores enviados por el diablo
para torcer la verdad revelada; aquellos hombres que tú usaste eran
estimados por la iglesia como sus columnas, santos y fieles en Cristo Jesús,
sus vidas y escritos circulaban entre los hermanos como la mismísima palabra
divina. Satanás no ha tenido que ver en lo que hoy conocemos como la Biblia, en
su confección. Su trabajo se halla afuera de ella, en las herejías que intentan
desacreditarla, en malos y hombres ignorantes que la toman ligeramente. La obra
del diablo se halla en la escritura de otros libros tenidos como divinamente
hechos, como dados por Dios para sustituir en el corazón de los fieles a la
Escritura, en ese sentido es un engañador y un “suplantador”. Yo no he sido
tomado preso por mitos sino por historias muy ciertas, que me han hecho un hombre libre por el poder del Espíritu Santo que la acompaña. Si la Biblia fuera un
compendio de mentiras, yo lo sabría.
La inspiración de la Biblia
está relacionada al contenido de su mensaje, como opuesta a los mitos
humanos (v. 21), no primeramente al espíritu y poder que transmita (lo cual es
una virtud del Espíritu Santo y no de la letra), sino a la fiabilidad de las
historias que cuenta, es la garantía de la verdad, la que coloca un asiento
seguro para la fe de modo que no se hunda con el paso del tiempo, con los
vientos de falsas doctrinas, con la anegación de mentiras que den con ímpetu
contra ella. Es la esencia de nuestra determinación de lo que es bien o mal,
que en mucho es lo natural, lo que se conforma literariamente con la
confección misma del universo, porque ambas, la Biblia y el mundo, fueron
hechos por la misma palabra divina. La verdad inspirada es la garantía para la verdadera
adoración porque sólo inspira genuinamente la verdad eterna y edifica el
alma para la salvación; en espíritu y en verdad. La inspiración divina nos
da las armas para defender los pensamientos, los sentimientos y la devoción
personal en la salvación.
No hay cosa más triste que
dedicar la vida entera, sacrificarla, como dice Pablo, negar por su
causa las cosas más valiosas, padre, madre, hijos, y que todo sea una
hábilmente tejida mentira. Eso ocurre cuando se creen los mitos, las leyendas,
las tradiciones humanas, no lo que han enseñado los santos hombres de Dios.
Ella nos provee el material eficaz para, como una espada del Espíritu,
defendernos contra los ataques cuerpo a cuerpo del demonio y sus ejércitos de
hombres escépticos y para vencerlos, y llevar cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo. Oh Dios, que cuando dude vaya a tu Libro, lo estudie y
por él me asegure de nuevo de aquellas cosas que razonablemente les di un día
asentimiento; sea ella la cura de mi enfermedad, que lo entienda todo, como el
salmista, cuando acuda a ti, su autor, y me enseñes de nuevo, porque tú eres mi
Rabí, mi Maestro, y lo que he aprendido no lo he aprendido de hombres. Sáname
siempre mi Señor, cada página de tu Libro sea como una hoja del Árbol de la
Vida, que son para sanidad de las naciones, y mía. Amén.
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