Por la opinión de sus amigos perdió la familia y los ojos
Jer. 38:14-23
“14 Después envió el rey Sedequías, e hizo traer al
profeta Jeremías a su presencia, en la tercera entrada de la casa de Jehová. Y
dijo el rey a Jeremías: Te haré una pregunta; no me encubras ninguna cosa. 15 Y
Jeremías dijo a Sedequías: Si te lo declarare, ¿no es verdad que me matarás? y
si te diere consejo, no me escucharás. 16 Y juró el rey
Sedequías en secreto a Jeremías, diciendo: Vive Jehová que nos hizo esta alma,
que no te mataré, ni te entregaré en mano de estos varones que buscan tu vida. 17 Entonces
dijo Jeremías a Sedequías: Así ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, Dios de
Israel: Si te entregas en seguida a los príncipes del rey de Babilonia, tu alma
vivirá, y esta ciudad no será puesta a fuego, y vivirás tú y tu casa. 18 Pero
si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será
entregada en mano de los caldeos, y la pondrán a fuego, y tú no escaparás de
sus manos. 19 Y dijo el rey Sedequías a Jeremías: Tengo
temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en
sus manos y me escarnezcan. 20 Y dijo Jeremías: No te
entregarán. Oye ahora la voz de Jehová que yo te hablo, y te irá bien y
vivirás. 21 Pero si no quieres entregarte, esta es la
palabra que me ha mostrado Jehová: 22 He aquí que todas
las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán sacadas a los
príncipes del rey de Babilonia; y ellas mismas dirán: Te han engañado, y han
prevalecido contra ti tus amigos; hundieron en el cieno tus pies, se volvieron
atrás. 23 Sacarán, pues, todas tus mujeres y tus hijos a
los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de
Babilonia serás apresado, y a esta ciudad quemará a fuego”.
Fíjate en el hombre engañado por sus amigos.
Sedequías hace un contraste con Ebed-melec; él sí tuvo oportunidad, amplias
para creer a Dios y deseaba creer pero no pudo llegar a creer. O más
bien, sabía la palabra y quería recibir algún mensaje de ella que fuera
opuesto a ella, que variara, que no fuera condenatorio, que se
contradijera; hacía venir al profeta Jeremías para oírle hablar sobre lo que ya
le había escuchado, para preguntarle lo mismo que ya le habían respondido. No
para estar seguro si había entendido bien o no, sino porque ansiaba que en
alguna entrevista el profeta hiciera algún cambio intencional en su mensaje,
que le quitara algo, que dijera algo opuesto a lo que ya había declarado. Pero
siempre oyó lo mismo.
Quizás quisieras ser cristiano, pero que se cambie el
mensaje, que sea corto, que no hable mucho de la Biblia sino de experiencias,
que no sea solemne, que no se mencionen las palabras pecados y arrepentimiento,
ni se hable jamás del infierno y de castigos.
Sedequías quería creer pero se sentía incapaz de ser
salvo dentro del medio en el cual vivía, en el puesto que tenía. El mensaje
de Dios le había llegado siendo rey, rodeado por su corte, con muchas riquezas
y bellas mujeres, vinos, lujos, fama y poder. Esas cosas las había adquirido
desobedeciendo a Dios; y ahora Dios le pedía que tuviera fe. Arrepentirse era duro
para él, ni soñar que fuera a dejar todo aquello para seguir palabras de fe.
Y sobre todo, hubiera querido creer a Dios pero sin disentir, oponerse y separarse de los
amigos que lo engañaban espiritualmente.
No tenía valor para decirles a ellos que él creía a los profetas y menos
para obrar en coordinación con eso. Eran sus compañeros, si creía, ¿qué dirían
ellos? ¿Podría soportar sus críticas y que le volvieran la espalda? La opinión de sus amigos, contraria a la fe de
los profetas, fue determinante para que este hombre perdiera su familia, su
puesto y sus ojos. De ese tipo de gente conocemos a muchos que no quieren oir la palabra de Dios, a menos que se le haga un cambio total, que venga de otra Biblia. Algún dia perderán los amigos, y si no los ojos, sí el alma.
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