Pastores de ciudad y pastores del campo

1 Cro. 6:10
“Azarías, el que tuvo el sacerdocio en la casa que Salomón edificó en Jerusalén”

 Se dice eso como si la casa (templo) que edificó Salomón fuera más importante que el sacerdocio suyo. Los templos no son más importantes que sus ministros. Por esto mismo Azarías no fue más sacerdote que los otros que ministraron en el tabernáculo en el desierto, apartado en Silo, en una cabaña; ni tuvo un mejor llamamiento. El llamamiento es el mismo.

Los discípulos estaban deslumbrados con las piedras y los ornamentos del templo edificado por Herodes y decían al Señor, “Maestro mira qué piedras y qué edificios” (Marcos 13: 1); y vino la cristiana respuesta: “Jesús,  respondiendo,  le dijo: ¿Ves estos grandes edificios?  No quedará piedra sobre piedra,  que no sea derribada” (Marcos 13:2). No dijo: “Oh sí las he estado mirando, son formidables, podemos estar orgullosos de nuestro templo”. Y de aquello no quedó piedra bien puesta.

El Señor no entraba en la casona del hombre rico de la parábola sino se quedaba en la puerta con el mendigo enfermo. Jacob apropiadamente le llamó a una piedra “casa de Dios” o Betel. Quiere decir que Dios visita los templos y a la iglesia que tiene un local más humilde, prestado, o en una casa alquilada donde predicaba el apóstol Pablo (Hechos 28:30).

Los ministros urbanos no son por ello más llamados por Dios que los rurales, los de las ciudades que los de las provincias; ya vimos anteriormente que el Rey visita los campos y a los alfareros (4: 23).  ¿Fue un mejor ministro Lot en Sodoma que Abraham en el Manre? Por su puesto que no.
Dios envía su Espíritu a uno y a otro lugar y hasta hay una excelente promesa de su presencia para las reuniones pequeñas, “donde haya dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18: 20). Tal vez el domingo no le abran la puerta a Jesús en la rica iglesia de Wall Street en Tesalónica y venga a la pequeña congregación de filadelfos que tienen poca fuerza (Apo. 3:8,20).

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