Jesús era más hombre que todos los adúlteros y ladrones de Jerusalén
1Cro.
20:5-8
“Y
hubo guerra otra vez en Gat, donde había un hombre de gran estatura que tenía
veinticuatro dedos, seis en cada mano y seis en cada pie; él también descendía
de los gigantes. Estos descendían de los gigantes en Gat y cayeron por mano de
David y por mano de sus siervos”.
Un
hombre con tantos dedos no puede funcionar bien; le sobra uno en cada mano y
pie, y si perdiera ese excedente estaría mejor. El era descendiente de los
gigantes. Este hombre se sentía más hombre que todos los demás hombres e
injurió a Dios, y fue abatido por otro hombre, en apariencia menos que él,
inferior. Los verdaderos hombres no son los que tienen más cuerpo,
masculinidad, sino los que sirven a Dios y son llenos del poder de su Espíritu.
Los “sobrados” como dice la RV no pueden ser sacerdotes (Lev. 21:18), que es
una prolongación extrema, de más, o “superflua”.
Tenía
de más, más de lo normal, era anormal. Hay hombres que se creen más hombres que
los demás mortales porque en alguna forma están sobre ellos, los miran hacia
abajo y como aquel juez del cual habló Jesús "no respetan a Dios ni a sus
semejantes". El mundo tiene un concepto equivocado de lo que es ser
hombre; el pecado es una anormalidad, una deformación, una exageración natural
que atrofia más que beneficia el desempeño de las funciones humanas, las
perjudica; la auténtica virilidad consiste en aparecer como Dios nos creó, a su
imagen y su semejanza, como reflejos de su gloria y de su sabiduría, y en vez
de injuriarlo, respetarlo y adorarlo. En realidad el gigante es un monstruo. Ser
un verdadero varón implica moderación y control, normalidad sobre los órganos
del cuerpo; no es glotonería, embriagueces, fornicación, adulterio que no
denota hombría sino poco seso, o hurto, mentiras e idolatría.
Los
hombres de la iglesia pueden parecer más pequeños e incompletos, pero son los
genuinos campeones en las luchas humanas, y cuando la raza de los orgullosos
pecadores desaparezca, ellos heredarán el mundo. Los verdaderos hombres son los
teológicamente formados por Cristo. No quieras ser más hombre, ni más mujer que como Dios te creó. Sí sé más grandes en ideas, pensamientos,
sentimientos y en alma. El pueblo de Israel nunca tuvo gigantes; su único gigante
fue Dios (Jer. 20:11), porque ni Saúl aunque aventajaba a todos desde los
hombros arriba (1 Sa. 9:2). ¿Fue más hombre y se suicidó? Es como decir que
Judas fue más hombre que Pedro. Cuando Pilato presentó a Jesús a los judíos,
dijo “he aquí el hombre”, porque lo era, y aunque atado, golpeado y escupido,
lo era más que Anás, Caifás, Barrabás, y que todos los adúlteros y ladrones de Jerusalén.
Mientras más te parezcas a Jesús, el Verbo de Dios, más hombre eres. Ninguna cosa
es mejor para desarrollar la hombría que la Palabra de Dios. Goliat no era más hombre
que David.
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