Entrenados y sacudidos en toda tentación
Mateo 4:1-10
“Entonces
el diablo le llevó a la ciudad, y
le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; a sus ángeles mandará acerca y en
sus manos te sostendrán”.
Estas
tres tentaciones a mi entender son dadas principalmente para los ministros del
evangelio, o para todo hermano eficiente en la iglesia de Señor, aquellos a los
cuales Dios pondrá muy alto y que deben aprender en primer lugar, como él, la abstinencia, pasar trabajos, desvelos,
soledades y ayunos y eso como “obrero aprobado” por causa de la Palabra de Dios
(2 Co. 6:4,5; 11:26,27).
En
segundo lugar, mentalizarse que algún
día tendrá que arriesgarlo todo como en una misión suicida, en cierto trayecto
de fe, o sea los que han alcanzado la cúspide del servicio, los más exaltado de
los pastores y servidores del evangelio, los que han subido en el ministerio
hasta el pináculo del templo, donde único se pueden resistir las fuertes ráfagas
y los mareos, si se arrodillan porque no hay posibilidad que ocurra un milagro,
por imprudente, y no pierda la vida, el
oficio, el honor y la familia.
Y
además Jesús les está enviando un aviso para enseñarlos que por alto que suban
en el servicio al Señor, hasta allí puede llegar Satanás con alguna oferta sensual,
con una declaración de amor al mundo, de modo que quede deslumbrado por la
visión del panorama y se arroje desde arriba. Aprende, caballero del altísimo púlpito,
que se necesita menos gracia para predicar que para resistir una tentación
diabólica. Y en tercer lugar debe
entrenarse en renunciar a la gloria de los hombres o a la fama; vencer el mundo
por asalto espiritual sin pensar jamás en bajar por los escalones y presentar
su renuncia. Un ministro degradado es una estampa muy triste.
El
caso enseña que Dios lo prueba para que el joven ministro de treinta años, desde
un principio de su carrera aprenda
primero a decir no tres sino tres y mil
veces no antes que algunos seductores y engañosos sí. Y todo eso ocurre cuando el Salvador se halla
orando y lleno del Espíritu Santo, no todavía sudando sangre.
El
evangelista Lucas dice que en ese momento se encontraba "lleno del
Espíritu Santo" (Luc 4:1). Marcos que fue el Espíritu quien le impulsó al
desierto; que estaba con las fieras y los ángeles le servían (Mr. 1:12); donde
el desierto pudiera significar la soledad y el abandono que en su carrera le
aguardaba; las fieras, sus enemigos; y los ángeles aquellos espíritus
servidores y siempre acompañantes de los que son herederos de la salvación. Jesús
fue llevado al desierto y vivió en visión espiritual las sacudidas y asaltos principales que todo ministro hoy o mañana debe
superar, entrenado, en toda tentación humana y sobrehumana, por el Espíritu Santo
(1 Co. 10:13).
La
fila de los tentados era tan larga como veintiún siglos, y oí que les decían “toma esto y vuélvelo pan,
ven, acepta esta posición, y mira cuánta oportunidad te doy si me haces una
reverencia”. Unos se postraron, otros huyeron del lugar como Moisés de la
serpiente, y otros comenzaron a gritar ¡no, no, no!, y “ya en sus cabales”,
como el endemoniado gadareno, abrieron
bien los ojos y despertaron del delirio.
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