Esperemos por las tropas de Dios
2 Samuel 5: 22-25
“Y dejaron allí sus ídolos, y David y sus hombres los quemaron. Y los
filisteos volvieron a venir, y se extendieron en el valle de Refaim. Y
consultando David a Jehová, él le respondió: No subas, sino rodéalos, y vendrás
a ellos enfrente de las balsameras”.
Dios siempre tiene razón por lo que hace y cuando David lo consultó no
vaciló en decirle: “No subas, sino rodéalos”; no debía emplear el mismo método
de combate que antes usó. Si lo hubiera hecho confiando en su experiencia
con Dios, hubiera fracasado, porque lo que fue efectivo en una ocasión, no
necesariamente tiene que serlo en otra. La experiencia con Dios es importante, es
bueno meditar en ella para no sucumbir a la incredulidad como un día lo
hicimos, para no arrojar sospechas sobre la palabra de Dios y para disponernos
en mejor actitud de fe, pero…, y digo otro pero, a veces nos engaña; la
empleamos porque pensamos que ya conocemos a Dios, sabemos como él actúa
y obramos en consecuencia con esos postulados.
Sobre nuestra experiencia está
la Biblia. Nunca hemos aprendido a hacer las cosas como es debido para hacerlas
con el bagaje de la experiencia y sin oración. Debemos consultar a Dios cada
vez que salgamos a la guerra.
Una señal milagrosa, que un
ejército de ángeles haya descendido para ayudarlos. Esto no era una señal para
el plan (v. 14) sino para marcar el tiempo cuando la ayuda divina había llegado. Podemos tener ya el plan, pero hay
que esperar el momento para empezarlo. No lamentemos los contratiempos y
dificultades para empezar nuestro proyecto, y porque algunas cosas lo dilatan.
El triunfo no está solo en una parte sino en las dos, la segunda es el momento
oportuno. Cuando se oiga la marcha de ángeles por sobre las copas de las
balsameras, entonces al ataque, ya Dios
llegó. No hagamos nada sin la convicción de la asistencia de la fuerza
divina. Esperemos por las
tropas de Dios.
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