Los males sociales y las hojas de la Biblia




Apocalipsis 22: 2

"En medio de la calle de la ciudad, y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de frutos, dando sus frutos cada mes; y las hojas del árbol era para sanidad de las naciones".

Primero unas palabras doctrinales y después daré una opinión sobre el universal remedio para  las sociedades del mundo. Cuando estemos en la eternidad no seremos intrínsecamente eternos, continuaremos tan dependientes de Cristo y de su Palabra para ser eternos como lo somos ahora. Comiendo de ella. No seremos eternos de modo per sé. Seguiremos bebiendo del agua del río de la vida y comiendo de los frutos de su boca como lo hacemos hoy. Todo por él subsiste, aquí y allá (Col. 1: 17).  Satisfechos, porque nadie pasará ni hambre ni sed, complacidos con Dios y Cristo.

Siempre oyendo su Palabra y viviendo de ella. Alegría eterna representada por su luz, cada rayo de su gloria nos traerá sentimientos de gozo, gratitud y alabanzas, ¡aleluya! Sirviéndole y reinando (vv. 3, 5). ¡Cómo! ¿No entiendes que la victoria está en su servicio, como la libertad, la felicidad y la vida? Y el simbolismo no es sólo místico y espiritual, sino que como una concha hospeda la preciosa perla, él también encierra el modo de acabar con las calamidades sociales y políticas, las injusticias económicas, con las ambiciones y violencias, y con toda clase de injusticia, que aquejan las naciones del mundo, como nuestros ojos ven y nuestros oídos oyen cada día en las noticias.

Hay esperanza que se arreglen las cosas en cada sociedad, por lo menos la iglesia puede tener esa esperanza, que es el residuo de lo que le queda al contemplar como ellas  se alejan de Dios, y aborrecen las hojas de la Biblia, cuando dentro de ellas, y en ellas, en sus letras, comas y tildes, está el remedio divino para componer todas las situaciones, cuando la tierra se llena de violencia y las nubes del diluvio se agitan amenazantes sobre sus cabezas (Ge. 6: 11-13).

La única y más excelente cruzada de sanidad de la nación tienen que empezarla los púlpitos, transformados en entusiastas expositores de las hojas de la Biblia; cada ministro frente su iglesia, grande o pequeña, famosa o desconocida, o en un rincón, verter de ellas su contenido y dejarlo que corra y que Dios lo glorifique. Cualquieras otras curas son meros remedios que no alcanzarán nunca el éxito de una cura total. Se sana por un extremo y se enferma por el otro, y el mal va dando señales de que es incontrolable y que las epidemias se vuelven endémicas, porque brotan de las entrañas mismas de la población humana y de una imagen divina hecha pedazos. Las sociedades son recuperables, sólo por su Creador, por medio de las hojas del árbol de la vida que son también  las hojas de la Biblia.



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