No le preguntes nada al pastor
Juan 4.27
“En
esto llegaron sus discípulos y se admiraron de que hablara con una mujer, pero
ninguno le preguntó: ¿Qué tratas de averiguar? o: ¿Por qué hablas con ella?”.
Jesús estaba hablando con una mujer de Samaria.
Cuando los discípulos llegaron se sorprendieron que estuviera hablando con
aquella señora. No porque tuvieran algún
mal pensamiento sino porque era impropio y humillante que un rabino de su
categoría hablara con una mujer, y extranjera; pero al aire del día, no en una
oficina (despacho) con la puerta cerrada. No obstante, hicieron bien en guardar
silencio porque cuando algún proceder de Dios nos resulta chocante e
incomprensible no debemos murmurar, y esperar pacientemente hasta que en el
futuro podamos comprenderlo.
Algunos hermanos cuando ven al pastor conversando en
privado con alguien se agitan y quieren saberlo todo. Los apóstoles no preguntaron pero si lo hubieran hecho,
él no les habría dicho nada. No tenía
por qué ponerlos al tanto de la vida de otra persona. Ella fue la que más tarde
contó su historia, especialmente a los hombres con quienes más se trataba (Jn.4:28,29,39),
para gloria de Dios. Pero de los labios de Jesús no salió una palabra dicha por
ella en total confidencia. Si hubiera sido así. El Señor era el buen Pastor.
Jesús es un pastor discreto; y si él sabe algo de alguien, o quiere algo para
otro, por ejemplo para Juan, le dice a
Pedro a quien mata la curiosidad, “¿qué a ti?”, o como dice otra traducción,
“¿a ti que te importa?” (Jn.21:22,23), sígueme tú. A nadie le gusta que le
respondan así, pero se lo merece por preguntón.
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