Habla bien de María, sin pasarte de la raya
Lucas 1:39-45, 56
39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa
a la montaña, a una ciudad de Judá; 40 y entró en casa de Zacarías,
y saludó a Elisabet.41 Y aconteció que cuando oyó Elisabet la
salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del
Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: Bendita tú entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre 43 ¿Por qué se me
concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque
tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de
alegría en mi vientre. 45 Y bienaventurada la que creyó, porque se
cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor. 56 Y se quedó María
con ella como tres meses; después se volvió a su casa.
Los evangélicos al rechazar los honores divinos, redentores y de
intercesión que los católicos le han dado a la virgen María, en celo por
demostrar lo contrario, no debemos pasarnos de la raya y hablar con injusticia.
Si los afectos de la parienta Elisabet fueron comunes con otras personas, María
no solamente era muy querida sino también admirada por la iglesia primitiva y distinguida
por el hecho de haber sido "muy favorecida" (v. 28).
Cuando ella sin previo anuncio tocó a la puerta de la casa de Elisabet
la anciana encinta recibió una agradable sorpresa con su presencia y le dijo
que era un honor tenerla como huésped, por el hecho de la dignidad que Dios le
había dado al concederle que fuera la madre, de como dijo ella, "mi
Señor" (v. 43), acompañado por la exclamación que indica deferencia
"bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Por qué
se me concede esto a mí que la madre de mi Señor venga a mí?", Quiere
decir a mí casa, que esté debajo de mi techo, coma mis alimentos y duerma en
una de mis habitaciones sin molestia alguna, por tres meses. Y como si eso no
fuera mucho sintió que la criatura le saltaba en el vientre por la emoción e
interpretó el acontecimiento como si Juan hubiera escuchado la voz de María y
se hubiera alegrado también (vv. 41, 44).
Como Elisabet supo lo del anuncio del ángel, lo de la sombra del
Altísimo, y lo del embarazo de María, el texto no lo dice y antes de pensar que
le fue revelado por el Espíritu, pudiera ser que de alguna forma ordinaria la
noticia subiera hasta la montaña y ella lo supiera, y que no solamente estaba
encinta por la voluntad de Dios sino que conocía la grandeza de la criatura a
la cual llama "mi Señor" (v. 43). O se corrió hasta sus oídos la fama
que tendría el Niño, que sería Rey, que su reinado no tendría fin, y que como
Hijo de Dios sería su Señor.
Esa declaración está muy adelantada y pertenece ya a una cristología
formada durante el ministerio de Jesús y más desarrollada después de su
resurrección y ascensión al cielo. Entonces lo que hace emocionarse hasta las
entrañas a esta anciana encinta es la magnitud de la información cristológica
que le llega, la sacude toda y llega a ser percibida por los infantiles oídos
de Juan el Bautista, que todavía no sabe que habría de ser quien lo bautiza y
lo presenta a Israel.
Elisabet declaró que aquello que le había sido anunciado a María sería
un hecho por cuanto ella había tenido fe en la palabra de Dios (v. 45). Fue una
charla emocionante, hablaron sobre ellas mismas y sobre los destinos
relacionados de sus hijos, y que leyendo entre líneas la transcripción que ha
sobrevivido, muestra el cariño con que María era recibida en el círculo de
creyentes y entre aquellas mujeres, y que en ese coloquio la más joven y la más
anciana hablaban cómo fueron convertidas en madres de sus hijos, no de la
iglesia, y que ninguna de las dos fue tenida como divina o profetiza sino como
mujer de fe. Y después de una larga visita
cuando nació el niño Juan y Elisabet estaba recuperada del parto, María
decidió volverse a su casa y esperar seis meses más para dar a Jesús
alumbramiento. En fin, hablemos bien de la madre del Señor, que eso a él le gusta,
como buen Hijo, pero no debemos pasarnos
de la raya diciendo que es Co-redentora con él porque a ella no la
crucificaron, ni reina celestial junto a Jesús porque murió y no fue resucitada,
ni rezarle en cualquier parte del mundo porque nunca tuvo las dos cualidades divinas de omnisciencia y
omnipresencia.
Realmente este artículo me ha resultado útil.
ResponderEliminarAunque tendría que admitir que ciertos artículos
de otro día no me pareció tan bueno, el de esta vez me ha gustado bastante.
A seguir así! ;)
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