María no se puso eufórica ni empezó a aplaudir
Lucas 2:8-20
8 Había
pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche
sobre su rebaño. 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y
la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. 10
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo,
que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad
de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. 12 Esto os servirá de
señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales,
que alababan a Dios, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, y
en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! 15 Sucedió
que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron
unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que
el Señor nos ha manifestado. 16 Vinieron, pues, apresuradamente, y
hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Y al
verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. 18
Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.19
Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. 20
Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que
habían oído y visto, como se les había dicho.
El Señor al escoger
como testigos de sus visiones a pobres campesinos, corría el riesgo que lo que
contaran fuera tenido por la crítica social como ilusiones y crédulas
supersticiones. Aun María que había recibido experiencias tan divinas, al
escuchar a los pastores se quedaba callada y pensativa, sin desmentirlos pero rumiando
en su intelecto esas historias. Y José que no dudaba de la procedencia divina
del Niño, mientras su mujer pensaba él parece borrado del relato. Estos son los
protagonistas y pioneros de la primera Navidad, judíos nada notables que reciben a semejantes visitantes y
escuchan voces y músicas venidas del cielo.
En verano
estos hombres apacientan el ganado al aire libre y en invierno, a finales de
noviembre y diciembre, los mantienen encerrados. El veinticinco de diciembre
todavía no había llegado. Estos pastores tuvieron una experiencia que no se les
olvidaría jamás. De repente todo el campo queda claro, sin luna, porque un ser
celestial irradiando gloria los alumbra y se quedan atónitos, y antes que se
desmayen por el susto el ángel los calma y les dice que no teman por sus vidas
sino que se llenen de felicidad y se lo cuenten a los demás, que en Belén
acaban de dar a luz al Mesías y en el establo del mesón lo han puesto en un
pesebre. Todavía se halla allí y pueden ir a verlo antes que el censo se acabe.
Y cuando ya están pensando echarse a correr se detienen y toman asiento en la
hierba para oír un himno navideño cuyo estribillo pudieron repetirlo sin
recordar la música, "¡gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz
buena voluntad para con los hombres!" (v. 14).
De nuevo a
oscuras y como hechizados por lo visto, el más viejo le pide al más joven que
se quede él defendiendo las ovejas contra lobos y osos que el resto quiere ver
al Niño y a los padres antes que se lo lleven. Y en unos minutos ya están
frente al mesón y buscando entre asnos y ovejas el pesebre donde pusieron a un
niño recién nacido.
En menos de
cinco minutos ya José y María habían escuchado a los pastores decirles lo que
les pasó en el campo, y contrario a como los que investigan supuestas
falsedades en la historia pudieran pensar, María
no se puso eufórica ni empezó a decir aleluya y amén o a aplaudir, antes
bien se quedó pensativa y mirando a José, que siguió callado y nadie sabía lo
que pensaba. No era ella proclive a creer todo sino a reflexionarlo. La joven
se sentó extrañada, y sin hacer comentarios se quedó reflexionando en lo que se
les había dicho, y acumulaba dentro de su corazón como porciones de la
Escritura, su historia y la de su Hijo (v. 19). Y es ella por haber sobrevivido
a su esposo, la que cuenta detalles íntimos de su embarazo y matrimonio (Mt.
1:25), e instruye a las mujeres de la
iglesia sobre estas cosas que todos estimaron que eran ciertísimas (Hch. 1:14).
Y sin dejar afuera algún detalle navideño, todos los relatos fueron examinados
como cuentos o hechos, pasando por el
tamiz de la inteligencia de María, y después que su mesurado criterio las aprobó,
les dio crédito. Un buen ejemplo para no creer sin examen, todas las visiones y
sueños que nos cuenten y para vivir un cristianismo, una adoración, no solo
emocional sino perspicazmente reflexiva, como la madre del Señor, inteligente y
pensadora.
Los pastores
después de decirles a los padres lo que les había pasado, miraron por última
vez al Niño y se marcharon, conversando entre ellos y sonriéndoles a todos los
que saludaban, contentos y alabando a Dios en las calles que iban del pueblo al
campo (v. 20). Unos días después cuando ya María podía andar mejor y subirse a
un asno, y el mesón se iba desocupando y la gente censada se marchaba, José y ella
hicieron lo mismo, y después de presentar al Niño al Señor en el templo (40
días, Lev. 12:1-6), emprendieron el regreso de los ciento cuarenta kilómetros
entre Belén y Nazaret, y la madre miraba a su Hijo en brazos y lo iba colmando
de besos. Y José, ya sanado de sus dudas, repetía en arameo lo que los pastores
dijeron haber escuchado a una multitud de ángeles, y como fue tan hermoso aquello,
los latinos lo aprendieron así, gloria in
excelsis Deo, y después los castellanos, ¡gloria a Dios en la alturas!
Que bello!
ResponderEliminarMe gusta tanto leer sus escritos, son muy inspiradores :)
Muy amada hermana chilena, gracias por tus palabras, que siempre las dices para ayudar a vivir y a servir al Señor.
ResponderEliminarUn abrazo del tamaño de toda la familia, y a cada uno en particular.