Los padres le enseñaron que se gobernara por la voluntad de Dios
Lucas 1:14-25
14 Y tendrás
gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;15 porque
será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo, aun desde el vientre de su madre.16 Y hará que muchos de los
hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.17 E irá
delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los
justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.18 Dijo
Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de
edad avanzada.19 Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que
estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas
nuevas.20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en
que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a
su tiempo.21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba
de que él se demorase en el santuario.22 Pero cuando salió, no les
podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les
hablaba por señas, y permaneció mudo.23 Y cumplidos los días de su
ministerio, se fue a su casa. 24 Después de aquellos días concibió
su mujer Elisabet, y se recluyó en casa por cinco meses, diciendo: 25
Así ha hecho conmigo el Señor en los días en que se dignó quitar mi afrenta
entre los hombres.
Zacarías y
Elisabet se pasaron casi toda la vida orando para que Dios les diera un hijo,
sin resultado (vv. 7,13); sus oraciones parecían que habían llegado a oídos
sordos cuando en realidad no fue así, porque cuando el ángel le anuncia que su
mujer saldría embarazada le dice que todas sus súplicas constantes por tan
largo período habían sido escuchadas, y si bien no respondidas fue porque Dios tenía un plan con Juan el bautista para
una época determinada y su ministerio, y todavía no había llegado.
Otra razón
por la cual se va volviendo anciana sin que apareciera el muchacho, es por amor a ellos dos puesto que sabiendo la
providencia lo que habría de ocurrir con la vida de Juan, evitó que se murieran
de dolor si llegan a ser ellos y no sus discípulos los que sacaran el cuerpo de
su hijo sin cabeza, de la cárcel del palacio de Herodes, para enterrarlo (Mt.
14:12). Si hubiera podido saberlo cuando se hallaba en el cielo daría gracias a
Dios por no haber estado presente cuando eso pasó.
Fue un hombre
intachable, un sacerdote de Dios, un creyente de oración, sin embargo aunque
tenía fe para esparcir el incienso delante de Dios, no tenía suficiente para
creer en la palabra de Dios sin alguna
señal, y eso es incredulidad (v. 18), y aunque hizo una pregunta lógica
porque ya era un hombre viejo y su mujer también de edad avanzada, a las
promesas de Dios no se les puede añadir ninguna otra cosa que facilite la fe,
ni tampoco hacerles preguntas lógicas que escondan incredulidades. Se suponía
que un hombre tan consagrado y que de forma especial podía interceder por el
pueblo que confiaba en sus oraciones (v. 21), que tuviera fe suficiente como
para que estuviera a la altura de su cargo, mas no fue así y por su
incredulidad aunque no fue depuesto del sacerdocio se le prohibió, porque lo
enmudeció Dios, que contara a la gente la maravillosa visión que había tenido
en el templo, y este castigo, no predicar por casi un año, le duró todo el
tiempo que su mujer estaba encinta y sin poder platicar con ella la larga
conversación que tuvo con el ángel y todos los otros detalles asociados a esa manifestación
de gloria.
Dios les dijo
a los padres cómo tenían que criarlo, no como un niño común, sino de forma
especial como nazareo, tal que aprendiera a dominar los apetitos de la carne, a
beber y no beber lo que Dios quisiera, comer y no comer lo que Dios quería,
tocar y no tocar lo que le gustara a Dios, de modo que se sintiera gobernado por la voluntad divina desde
la infancia, y terminada su preparación espiritual, siguiera así hasta su
adultez, ministerio y hasta la muerte.
El ángel le
dijo que el niño sería lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre, y
después que naciera seguiría igual con tal elevada consagración, casi
celestial, investido con el poder de Elías a quien imitó como su héroe de la fe
hasta en el vestir y la frugalidad en comer. No hizo descender fuego del cielo
ni se lo llevó vivo al cielo un carro de fuego sino que murió decapitado y
jamás en toda su vida hizo alguna señal milagrosa, sin embargo sus sermones
produjeron una reforma social hermosa y preparó de modo magnífico los hogares
para que hasta ellos llegara el mensaje de Jesús y convirtiera a los padres y a
los hijos, y arreglaran sus diferencias por los mandamientos de Dios con
sincero arrepentimiento y lágrimas abundantes, y confesiones sinceras y perdones
amplios; en fin que regularan sus vidas y manejaran el hogar por la voluntad
divina (Jn. 10:41).
Durante su
ministerio no pocos hogares fueron salvados de la destrucción y familias que parecían
que se iban a deshacer se recuperaron y se reconciliaron alabando a Dios por
haber escuchado a aquel hombre que no se dedicaba a la consejería familiar sino
a predicar arrepentimiento a las familias, tocaba los problemas entre marido y
mujer, sin que él estuviera casado y con hijos, con la Palabra de Dios; sin
entrevistarse con ellos en su oficina, que no tenía, les mostraba cómo ser
gobernado por la voluntad del Señor, y
además de los vecinos de Elisabet que fueron en masa a su casa para felicitarla
por su bebé, muchísimos padres e hijos, esposos y esposas, estaban contentos y daban
gracias a Dios por su nacimiento (v. 14).
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