Las iglesias y el lujo de la televisión y la radio
Juan 7:1-5
“Porque nadie hace nada en secreto cuando procura ser conocido en
público. Si haces estas cosas, muéstrate al mundo”.
Es una invitación para aprovechar la oportunidad de la
fiesta y hacerle publicidad a sus obras, para que use los llamados medias.
Jesús les dijo que no. ¿No es eso una renuncia a uno de los mejores medios de
difusión del evangelio? Las grandes obras se hacen y no hay que publicarlas
inmediatamente, no se hacen para publicarlas sino porque Dios quiere que se
hagan y el tiempo para darlas a conocer
lo determina él.
¿No mostramos hoy un exceso de confianza y dependencia de
los medios de difusión y se suele hacer el evangelismo del mismo modo que se
anuncia y publica un nuevo producto en el mercado? No quiere decir que
renunciemos al uso de los medias sino que la efectividad espiritual de
la obra de Cristo depende del Espíritu Santo y no de los medios de comunicación
empleados. Se pueden gastar cientos de miles de dólares en la difusión del
evangelio y todo resultar casi en vano. El testimonio personal es más barato y
rinde más.
Se dicen muchas sandeces, más bien se gritan en televisión,
que no son el evangelio, ni se les parece. Mejor se quedaran callados en sus
casas y con ese dinerito comprar Biblias o dar de comer a los pobres. En la mayoría
de los casos el dinero que la iglesia gasta en radio y televisión en su mayoría,
con un par de excepciones, sirve mucho para la popularidad del predicador, dar
cierta ayuda a las iglesias que son las que los ven y escuchan, y poco para salvar al
mundo. Debieran pensarlo dos veces antes de darse el lujo de la radio y la televisión.
Lo único que les importaba a los incrédulos hermanos de Jesús era que se
hiciera popular.
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