Los pecados no nadan ni flotan, se ahogan
Miqueas 7: 18-20
“Y echará en lo profundo del mar todos nuestros
pecados”.
Si esa promesa es para todo un pueblo
¿no lo será para dos, tú y yo? ¿Qué Dios como el nuestro que ahoga nuestro
pecado en el mar? ¿Los pecados se ahogan
y no nadan ni flotan? No flotan porque pesan
como dice He. 12: 1 y se van al fondo del mar, si esa figura resultara literal.
O al fondo del sepulcro donde Cristo los depositó porque él bajó a “las
profundidades de la tierra” (Efe. 4:9).
Es bueno inferir, que con ese modo los saca de la vista de los hombres y de los
ángeles porque no leo que alguno de ellos pueda mirar lo que hay en el
fondo del mar, sobre todo si está allí escondido.
Aquí en este mundo nosotros y los demás recordamos los pecados pero en el
venidero no ha de ser así. Si fuera de ese modo no podríamos allá escapar de la
culpa y eso ocurre en el infierno no en el cielo. Si la conciencia y la memoria
son sanadas, sólo recordarán lo que Dios
quiere y el resto será olvidado como se olvidan las cosas cuando han pasado
muchos años. No los hombres sino Dios,
olvida nuestros pecados aquí porque el pecado no puede invalidar perpetuamente
las promesas y el pacto de Dios. El perdón de Dios como es perfecto incluye
borrar nuestros pecados del recuerdo de todos. El Señor está con nosotros, la historia
continuará, seguirá con su propósito, no se saciará en su justicia porque se
deleita en ser misericordioso.
Saldremos de esta situación, pasaremos
adelante, nos reuniremos, comenzaremos, no desapareceremos porque los atributos
de Dios y las características de su persona no nos dejarán desaparecer. Porque
lo último que existe en Dios, en lo profundo de su corazón no es justicia sino
misericordia y los seres humanos que saben eso se esfuerzan en entrar hasta
ella, aunque pasen bajo sus amenazas, maldiciones y castigos porque ninguna de
ellas es exterminadora y al fin hay perdón. No hay ninguna razón para ser
malos, persistir en ser malos, en ser indiferentes para sus mandatos o
independientes para ser malos, en ser libres para ser malos, no tiene sentido
ser negativos, rebeldes, ateos, blasfemos y mentirosos, adúlteros, incrédulos,
frente a un Dios eterno, seguro, bueno, perfecto y misericordioso, alumbrado
por la esperanza; abierto a todas las oportunidades y dispuesto a cerrar sus
ojos y ahogar nuestra vida pasada
pecaminosa, o más bien sepultarla.
Es la cosa más extraña e insólita del mundo
decirle que no a ese Dios, ignorarlo para ser lo que somos, lo que queremos y
no lo que debemos ser. Miqueas no habla de Cristo porque es un paso extra que
Dios ha dado, para hacer más amplia la antigua esperanza; más clara la
oportunidad, más perfecto el perdón, poniendo ante nuestros ojos la consumación
de su justicia y la amplitud total de su amor en su cruz, amén.
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