Aunque tu obra sea pequeña, te alegrarás
Zacarías 4: 9-10
"Los que menospreciaron
el día de las pequeñeces se alegrarán".
No son los que miraron con
desprecio la humildad de los comienzos sino que no hicieron caso de ello y se
unieron al pequeño grupo para ayudar (Esdras 3: 12; Hageo 2: 3). Los que no
hicieron caso del día de las pequeñeces. Son los días de los humildes comienzos,
de los difíciles comienzos cuando pocos
tienen que hacer mucho y la obra avanza lenta y pesadamente; pequeños
progresos, sólo unos pasos adelante y otros atrás, grandes dificultades,
errores que hay que subsanar, desánimos que hay que vencer, críticas que hay
que hay que soportar, agravios que hay que olvidar; piedras muy pesadas para
manos tan frágiles, roca dura sobre la cual cavar, el dinero que falta, el
apoyo que se pierde y los malos deseos de los que no quieren que la obra, ni el templo ni las murallas, se
concluyan.
A pesar de todo eso, los que
no hacen caso de la pequeñez del comienzo y se fijan en la grandeza de la obra,
algún día serán como los que sueñan y sus bocas se llenarán de risas. Contexto
que ejemplifica todo esto es el ministerio de Pablo (Hch. 20: 24; 1 Co. 4: 9-13);
y la experiencia de los salmistas (Sal. 126). Hay otras traducciones del texto
que dicen que los que se alegran son los
siete ojos que recorren la tierra, o sea, los ojos del Señor, su
providencia, porque son los únicos que se mencionan (3: 9). Cuando hacemos la obra de Dios sus ojos que la
miran reflejan el gozo de su corazón, si pudiéramos verlos. Dios estaba mirando
lo que estaban haciendo esos dos hombres suyos.
Dondequiera que estemos, Dios
conoce donde estamos porque allí nos envió él mismo con una comisión encomendada.
Si la obra no se acelera como yo quisiera, se hará al ritmo divino y no al mío.
¿Acaso no es él el Supervisor de todo lo que hacemos y con quiénes contamos
para hacerlo? Por lo tanto no me dejaré desalentar
porque todo, desde los cimientos hasta las almenas, que están aún en la imaginación
y en el futuro, parezcan imposibles con un comienzo tan débil y pequeño. Mi mano
es pequeña, pero la de Dios es grande.
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