Mira la casa y mira la mujer
Deuteronomio
20:5-7
“¿Quién
es el hombre que está comprometido con una mujer y no se ha casado? Que salga y
se case no sea que lo maten en la batalla y otro se case con ella”.
Este
texto nos enseña claramente que es la voluntad de Dios que disfrutemos antes de
morirnos las bendiciones que nos ha dado y por las cuales hemos trabajado, la
casa donde vivimos, el fruto de nuestro trabajo y el cónyuge que hemos
escogido. Hay gente que no tiene capacidad para disfrutar lo que tiene (Ecl.6:1,2),
y quizás sean muchos, no disfrutan la casa, no la miran, no la arreglan, no la
limpian, no están casi dentro de ella. Otros no disfrutan la compañera, la
tratan como la casa, tampoco la miran, viven al lado de ella pero no viven con
ella, la desconocen, no tienen comunión; y otros trabajan mucho pero ahorran
todo, gastan en disfrute propio muy poco de lo que colectan, viven para lo que
adquieren y no adquieren para vivir, el progreso no los hace más felices.
No,
Dios quiere que disfrutemos lo que nos da, antes de morir, porque quiere que
seamos felices y que las bendiciones que recibimos no se las pasemos a otros,
por necios (Luc.12:20); pero tampoco que seamos tan necios que hagamos la vida
entera una consagración a esas bendiciones sin preocuparnos por la obra de
Dios, sino que haya un equilibrio entre lo espiritual y lo secular (1Co.7:29-31).
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