Balaam y su lucha mental
Números 22:12
“Entonces dijo Dios a Balaam:
No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es”.
La voluntad
divina estaba clara, no debía ir con ellos. El Señor le dijo: “No vayas”; pero
él quería ir, codiciaba el dinero que le habían prometido y no quería dejar
escapar esa oportunidad, pues quizás no
la tuviese a su alcance de nuevo o se la ofrecieran a alguien más. Se inició
una lucha grande en su interior entre sus deseos y la palabra de Dios, su mente
era un hervidero de deseos encontrados, por un lado quería y por el otro no
quería, ansiaba, suspiraba, no vivía por su constante inquietud. Quería el
dinero, pero tampoco quería violar la palabra divina, tenía temor a las
consecuencias de su desobediencia, hubiera deseado tener otro Dios que no fuera
Jehová, menos santo, no tan estricto como él, y que pudiera acomodarse el uno
al otro, que fuera humano y pecador, comprensible con el mal y tolerante. Que al menos lo dejara pecar unas cuantas
veces para experimentar el placer que le pedía su carne, y luego él se volvería
a su lugar y haría su voluntad y no lo haría más.
Pero sabía que eso era
imposible, conocía las leyes de Jehová y él no se prestaría para semejante
permisión. Si lo abandonaba una vez,
Jehová lo abandonaría a él. Entonces comenzó a trabajar para que la voluntad de
Dios coincidiera con la suya y que la divina se hiciera humana. Entra en un proceso de voluntad permisiva y nunca llega a
maldecir al pueblo pero él se convierte en una maldición para el pueblo de
Jehová. Este hombre estaba tan ciego en su pasión que aunque Dios
hubiese multiplicado los obstáculos para que no pecara, él los hubiera saltado
todos. Estaba tan ciego que la señal del ángel y de la bestia que le habló, no lo
hicieron detenerse en su obstinación.
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