Ayudados por los brazos eternos de Dios
Deuteronomio 33:
26-29
“Bienaventurado
tú, oh Israel. ¿Quién como tú, pueblo salvo por Jehová, escudo de tu socorro y
espada de tu triunfo? El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos
eternos; él echó de
delante de ti al enemigo, y dijo: Destruye.”.
Echó
al enemigo delante de ti y dijo “triunfa” “véncelo”; echó al diablo delante de
ti y dijo “ponle un pie sobre el cuello y lo aplastará en breve” (Ro.16:20).
Estas palabras se las ofreció Moisés a su pueblo cuando vagaba por el desierto
expuesto a muchos enemigos; le dijo “Jehová es tu refugio”; no tienes una
ciudad amurallada donde refugiarte pero eso no importa porque tienes una
defensa, mis brazos. Las palabras van dirigidas a depender de Dios; que no
caerían en el desierto víctimas de los
muchos enemigos que los espiaban: edomitas, amalecitas, moabitas, y los hijos
de Anac. Caerían sí pero no por la espada del enemigo. Sus cuerpos quedarían en
el desierto pero por la incredulidad.
Pronto
el pueblo no tendría más los brazos de Moisés intercediendo por ellos, ni su
voz explicando su Palabra, ni su ejemplo viviéndola, y naturalmente el pueblo
podría sentirse desprotegido cuando faltare aquel hombre que les había revelado
la ley de Dios, que Dios había confirmado que su llamamiento era vocacional, un
auténtico pastor de Israel enseñado cuando la rebelión de Coré, Datán y Abiram
que querían usurparle el puesto a Aarón y a él. Pronto no tendrían a aquel que
no había visto el rostro de Dios pero sí sus espaldas, que hablaba con Dios
cara a cara como un compañero; no tendrían con ellos más su vara que trajo las
diez plagas sobre Egipto, y con la cual abrió el Mar Rojo; pero les quedaba con
ellos los brazos eternos de Dios.
Los brazos de Moisés son mortales; en pocos
días caerían para siempre porque eran de carne, pero los de Dios nunca porque
son brazos eternos. Pienso que esas palabras son dichas para que su pueblo
piense en el futuro. No está pensando ya en los
enemigos vencidos, los amalecitas, moabitas, en los enemigos muertos sino en
los nuevos líderes, Josué, Caleb y los ancianos que lo habían ayudado y visto
lo que Dios había hecho con ellos. El puesto de Moisés quedaría vacío pero Dios
pondría en su lugar a otros que serían ayudados por los brazos eternos de Dios;
Moisés se iría al cielo pero los brazos de Dios seguirían acá abajo con su
relevo.
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