Las entrañas y los pies
Levítico 1:9-13
“Pero las entrañas y las
patas las lavará con agua, y el sacerdote lo ofrecerá todo, quemándolo sobre el
altar; es holocausto, una ofrenda encendida de aroma agradable para el Señor”.
¿Hay dos sitios más inmundos
que esos, nuestras entrañas y los pies? Sí, la mente carnal excede en impurezas
a los intestinos y acumula más inmundicias. Pero las entrañas y las patas las
lavará con agua, y el sacerdote lo ofrecerá todo, quemándolo sobre el altar; es
holocausto, una ofrenda encendida de aroma agradable para el Señor”. ¿Las
entrañas y las patas? ¿El Señor quiere eso? ¿No tiene suficiente con las partes
más honorables y limpias? Digamos las mejillas, la barbilla, los brazos. Con
todo, si las entrañas y los pies eran bien lavados, podrían ofrecerse sobre el
santo altar de Dios y él recibir con agrado la ofrenda. Claro, había que lavarlas
bien, restregar entre los dedos, limpiar las uñas, lavar las plantas, sacar la
mugre y dejarlas puras, como nuevas, recién hechas.
Dejando los animales a un
lado y pensando en nosotros. Esto tiene una aplicación espiritual. ¿No ha
limpiado él con su Espíritu y la Palabra nuestras entrañas para que amemos con entrañable misericordia?, con las partes
más profundas de nuestra vida, como si los intestinos fueran el corazón y la
conciencia misma (Luc.1:78; Flp.2:1; Col.3:12). Lávanos, Señor, el corazón y
los pies, donde nos metemos, sobre todo cuando vamos al templo a orar. Con significado
era aquella costumbre judía de lavarle los pies a la gente, en casa. Si muchos
de nosotros como gentiles no practicamos eso, sí desearíamos que el Señor, como
dijo Pedro, nos lavara los pies, pero con su Espíritu y la Palabra, y las manos,
y sobre todo la cabeza, pero por dentro (Jn.13:9,10). Moisés sabía lo que Dios quería,
entrañas y pies limpios.
Comentarios
Publicar un comentario