Hay perdones que no se dicen
Maros 8:23-26
"Tomando de la mano al
ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupir en sus ojos y de poner
las manos sobre él, le preguntó: ¿Ves algo?".
¿Soportarías eso por tu
bendición? ¿No sabes que las bendiciones divinas cuestan y no dinero sino algo del carácter y del corazón? ¿Lo
hizo para humillarlo? Puede que sí, pues fue recibiendo su bendición poco a
poco, yendo lentamente hacia la luz. El pago de someterse a una humillación
circunstancial; la confianza de lo que hace aunque sea incomprensible,
desagradable, bochornoso, tiene algún sentido. No pienses recibir bendiciones
sin que tu alma se prepare para ellas.
Jesús lo sacó fuera de la
aldea por dos razones pienso: para evitar el crecimiento de su popularidad que
le traería sobre sí odio y envidia y como en otros casos pidió que el milagro
se mantuviera en privado. Pero la razón principal pudo haber sido la forma en que lo iba a sanar, que no
era para que la compartiera en público. Hay vergüenzas propias y privadas que
tienen que mantenerse entre el Señor y el pecador. No es la intención del Señor
que compartamos con otros todo lo que hace en nuestra vida. A las humillaciones
que considera conveniente. Si Jesús me escupiera yo no lo diría. Mencionaría
que puso sus manos sobre mí y que me sanó poco a poco y omitiría lo de la
saliva. Quizás miró a través de sus ojos el alma y vio algo que le dio asco, y
lo escupió, que equivaldría a una santificación. Hay perdones que no se cuentan
porque hay pecados cometidos que no se dicen, no edifican a nadie. No es
necesario que para animar a otros le contemos los detalles de lo perversos que
hemos sido. Da vergüenza y no edifican.
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