Una opinión sobre la familia y la iglesia
Números 6:6-8
“Todo el tiempo de su nazareato, de todo lo que se
hace de la vid, desde los granillos hasta el hollejo, no comerá. Todo el tiempo
del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza; hasta que sean
cumplidos los días de su apartamiento a Jehová, será santo; dejará crecer su
cabello. Todo el tiempo que se aparte para Jehová, no se acercará a persona
muerta. Ni aun por su padre ni por su madre, ni por su hermano ni por su
hermana, podrá contaminarse cuando mueran; porque la consagración de su Dios
tiene sobre su cabeza. Todo el tiempo de su nazareato, será santo para Jehová”.
Ahí podrían entrar en conflicto sus sentimientos
familiares y su vocación. El nazareo vivía en un asombroso alejamiento; el
mundo y la familia lo perdían (v.12). Por la catástrofe que sufre la familia
moderna he oído decir en la consagración de los ministros, que su atención
primera debe ser a su familia y después a su iglesia. Es cierto que quien no se
ocupa de los suyos ¿cómo cuidará la iglesia de Dios? (1Ti.3:5). Es verdad que
muchos pastores han perdido a sus hijos y sus esposas por no atenderlos bien
mientras se ocupan de la iglesia. Pero ¿por qué no atender la familia como se atiende a la iglesia y no mejor que ella sino
excelente a ambas, o antes que ella,
sino al mismo tiempo que ella, integrándola a la iglesia?
Cuando dicen que
hay que atenderla separadamente de la iglesia ¿quieren decir que como padre y
esposo y no como pastor? El pastor
debe siempre y con todos ser el pastor y velar por la salvación de la familia,
con amor paternal. No es necesario convertirse en un padre o en un marido
negligente si se atiende la iglesia junto con la mujer y los hijos. No se les
ama menos ni se disminuye la función marital o paternal. Se puede atender la
familia perfectamente y a la iglesia igual sin tener que por un tiempo volverle
la espalda a la una o la otra y decirles que una tiene la prioridad y la otra
es secundaria. Es mi opinión, mi vieja experiencia, y usted puede diferir.
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