La iglesia no está edificada sobre la espalda de Pedro


Mateo 16:18-20
“Yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. [19] Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos. [20] Entonces ordenó a los discípulos que a nadie dijeran que El era el Cristo”.


Mira la base sólida de su iglesia. Nota que su base es algo muy sólido, una roca. “Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. ¿De quién hablaba, de Pedro, cuyo nombre significa lo mismo, “roca”? ¿Edificó Cristo su iglesia sobre las espaldas de Pedro? Si así fuera, ¿por qué no sobre algún otro? ¿Por qué precisamente habla de ese modo si sería el único que le negaría por tres veces? ¿Por qué no sobre sí mismo, siendo divino, y sí sobre un débil ser humano?
Si usted es de los que piensa que aquí el Señor se refería al apóstol Pedro, ¿sería acaso sobre su testimonio cristiano? Eso no podría ser, cualquiera que conozca un poco del Nuevo Testamento sabe bien que la iglesia no ha sido edificada sobre el testimonio de los cristianos, por heroicos que los haya tenido. Los mártires se portaron tan fielmente porque sacaron fuerzas no de ellos mismos que eran débiles mortales sino de donde habían puesto sus pies. Ni aún sobre el testimonio del apóstol como tal porque está quebrado por una triple negación y una terrible acusación en Antioquía como hipócrita. Tampoco pudo referirse a su conocimiento de Cristo porque Pablo conoció más que él, ni con motivo de su evangelismo, porque el apóstol de los gentiles trabajó más que él. Si la declaración: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia” tiene que ver algo con Pedro, por su contexto, está relacionada con la confesión que él hizo, la proclamación de ella, la verdad que sus palabras encerraron.

No quiero despojar al apóstol de sus virtudes ya que fue un gran instrumento del Señor, pero piense usted que en el Nuevo Testamento su figura apostólica, aunque fue una columna en Jerusalén y los alrededores, no ocupa el centro. Había entre los gentiles otros nombres como el de Apolos y Pablo que emulaban en prestigio con el suyo (1Co.1:12). Es cierto que el Señor hace un juego de palabras, entre la declaración que Pedro hizo y su nombre. Es un uso simplemente retórico. Tomar las palabras y sacarlas del campo de la oratoria y colocarlas en la teología para poner a Pedro como el cimiento de la iglesia cristiana es exagerar el significado que ellas tienen. El Señor usó el nombre de Pedro y no el de otro, porque fue él quien acabó de transmitir la asombrosa declaración de que era el Cristo y el Hijo del Dios viviente. No es Pedro el que da origen al comentario que Jesús hizo sino su declaración. Incluso, si usted no es un lector precipitado verá que el apóstol no quedó ensalzado por el Señor cuando afirmó que lo que había dicho no salía de su cerebro ni algún otro se lo había enseñado sino Dios. ¿De cuál de las iglesias que fundaron Pablo o Juan, o Santiago, Pedro fue el cimiento? ¿De los gálatas, de los efesios, de los romanos en Italia? No, de ninguna. Siempre fue Cristo. Ni Pablo, ni Juan, ni algún otro.

Es mucho más sensato, pues, tomar la declaración, “y sobre esta roca edificaré mi iglesia” como reposando sobre la confesión que ha hecho Pedro. Jesús no le dijo, como hubiera sido obvio: “Y tú eres Pedro y sobre ti edificaré mi iglesia”. Pedro había emitido una declaración exacta sobre la persona de Jesús, que era el Cristo y el Hijo del Dios viviente y ello ha servido a la iglesia para edificarse por todos los siglos. Esas verdades reveladas a Pedro han sido su fundamento por las edades. En Efe.2:20 dice: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”. No dice que la iglesia esté edificada sobre los apóstoles y profetas sino sobre el fundamento de ellos. Ni Pedro, ni Pablo, ni Juan, ni Mateo, ningún otro es el fundamento de la iglesia sino Cristo solamente.

Nuestro Señor  predijo el triunfo de la iglesia y sus doctrinas y añadió más: “Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v.18). ¿Sabe lo que es Hades? Es una palabra griega que significa “sepulcro”, “morada de los muertos” “infierno”, “cielo”. El término “hades” en la parábola del rico y Lázaro se aplica lo mismo a la condenación que a la salvación. Pero aquí, cuando dice que “las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”, ¿a qué se refiere? ¿En qué sentido aquí se usa? 
(1) ¿Que el sepulcro no podría vencer la iglesia? No pienso que hades aquí esté refiriéndose a la tumba. Aunque la iglesia participe, triunfe sobre el sepulcro en la resurrección, las palabras del Señor indican que en la lid entre la iglesia y el hades ella vencerá, pero quien ha vencido el hades no es la iglesia sino Cristo en su resurrección. Ella es beneficiaria nada más, compartidora del triunfo. Ni siquiera sugiere la idea de que ellos no temían a la muerte en las persecuciones. Aquí no habla de persecuciones.
(2) Tampoco que la iglesia sacará a los muertos del hades. Ni la iglesia ni nadie ha recibido algún poder para tocar las almas de los muertos en el Hades. Ningún hombre sobre esta tierra tiene poder dado por Dios para disponer a su voluntad sobre las almas de los difuntos. Hay una lucha entre el hades y la iglesia. No es un hombre en particular el que tiene el poder sobre el hades, sino la iglesia. Una vez que una persona se muere ya no se puede hacer nada por ella, es inútil, la iglesia no puede tocar su alma. 
(3) El hades representa los poderes del infierno. Esa es la interpretación correcta. La Iglesia y las potestades superiores mantienen un conflicto perpetuo. El diablo la ataca a ella, ella combate a los espíritus malvados. No hay reconciliación. Aquí se promete que el Hades, el infierno, no prevalecerá contra ella, ella lo empujará y le ganará. Aunque todo el infierno se derrame en su contra, aunque salgan de sus escondites todos los diablos, la iglesia los hará retroceder. Ganará a los gobernadores de las tinieblas, a las huestes espirituales de maldad que operan en las regiones celestes, al príncipe de la potestad del aire. Esa interpretación puede ser comprobada por lo siguiente.

El medio que el Señor ha dado para garantizar el triunfo de su iglesia sobre el hades es el conocimiento. Pedro había dado un conocimiento, por revelación, de quién era Jesús. El Cristo, el Hijo del Dios viviente. Sobre esa gran verdad revelada a los apóstoles la iglesia sería constituida. Pero esa verdad es un conocimiento. El conocimiento de Cristo sería las llaves que abrirían el reino de los cielos a los pecadores. Jesús en Luc.11:52 llamó al conocimiento llave, “ay de vosotros, intérpretes de la ley, porque habéis quitado la llave de la ciencia, vosotros mismos no entráis y a los que entraban se lo impedís”. El conocimiento que una persona alcance de Cristo es lo que le abre el reino de los cielos. No es asistir al templo, no es cantar, no es confesar. Es su conocimiento de Cristo lo que hace que las puertas del reino de los cielos se abran. Todo pecador nace en este mundo en el hades, quiero decir en la condenación, haciendo la voluntad del príncipe de la potestad del aire. No puede salir de esa prisión obscura donde se halla. No puede ir al reino de los cielos porque está cerrado. Solamente se le abre la puerta del hades, se le va al diablo, entra a la salvación si adquiere el conocimiento de Cristo Jesús que lo traslada de un reino a otro, de una potestad a otra.

“El reino de los cielos” es la salvación. La predicación es la que lleva esa llave.  A Pedro se le entregó el medio para hacer que la gente entrara al reino de los cielos, el conocimiento de quién era Jesús. Son los conocimientos los que hacen replegarse las fuerzas del diablo. Pero ese conocimiento tenía un propósito. Atar y desatar. “Y todo lo que atares en la tierra será atado en el cielo y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo”. Usted se podrá dar cuenta que lo de “las llaves” es simbólico porque una llave no sirve para desatar nada. El conocimiento sí es útil para zafar nudos o amarrar corazones. Veamos primero, 

(1) ¿Recibió Pedro la posesión absoluta de esas llaves? ¿Fue Pedro el único que recibió esos conocimientos y los otros apóstoles aprendieron de él? ¿Fue él el único instructor del grupo? Si así fue, ¿los otros once qué estaban haciendo? No hay ninguna indicación que él fuera el maestro de sus compañeros. Cuando el Señor dijo: “A ti te daré las llaves del reino de los cielos” no lo implicaba a él solamente con exclusión de los demás, se lo dice a él porque con él estaba hablando. ¿No? Si usted lee lo que Pablo dice en Gálatas verá que el apóstol dice que cuando subió a Jerusalén no aprendió de ni de Jacobo ni de Pedro que cuando lo oyeron lo que hicieron fue darle la mano en señal de compañerismo. Si las llaves del reino hubieran sido dadas solamente a Pedro él hubiera escrito todo el Nuevo Testamento y no dos pequeñas epístolas. Juan escribió más que él y Pablo cinco veces más.
(2) A Pedro no se le concedió la autoridad conocida como excomunión o sacar y meter almas en el hades. Porque hades, como hemos visto es un estado de condenación, los poderes demoníacos y no la residencia de los condenados. Las llaves son el conocimiento de Cristo, y no veo cómo el alma de algún muerto pueda ser instruida allá en su estado eterno.
(3) ¿Cómo el conocimiento de Cristo puede “atar” y “desatar” un alma? Cuando el conocimiento de Cristo llega al entendimiento de una persona ella es desatada de su ignorancia e incredulidad, deja la esclavitud del pecado y es hecha libre, se arrepiente y se fuga del lazo del diablo en que ha estado cautiva. Lo que el evangelio logre aquí en la tierra será lo que se logre en el cielo. El Señor dijo que lo que se ate aquí, se ata allá, y lo que se desate aquí será desatado allá. En el cielo no hay nada que desatar. Es un símil lo que está usando para indicarnos que por el conocimiento de Cristo un alma se salva o se pierde. Si ese conocimiento no lo desata ahora, luego tampoco, si lo endurece, allá seguirá endurecido. Con el estado espiritual que una persona muera así seguirá por toda la eternidad. El destino de los que mueren es incambiable después que se hayan ido, sea atados a Cristo por el evangelio y desatados de la condenación, o atados a la condenación por rechazarlo. La iglesia no está edificada sobre la espalda de Pedro, ni él dejó como sucesor suyo a nadie en su calidad apostólica. Si algo dejó fue su conocimiento de Cristo, para que fuera repartido por todo el mundo. Pedro nunca vivió en Roma sino en Capernaum, la última persona que leemos que vivió en Roma, en una casa-prisión, fue Pablo; y por él sabemos que Pedro estaba casado y que su mujer lo acompañaba en sus giras evangelísticas (1Co.9:5). No hay otro apóstol que sea menos apropiado para que tenga sucesores papales que él. Y a propósito, nunca Pedro se llamó ni nadie le llamó papa, o santo Padre, a no ser sus hijos.

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