La ciencia cuando se trata de Dios, es petulante
Job 37:1-10
“5
Truena Dios maravillosamente con su voz; él ace grandes cosas, que nosotros no
entendemos. 6 Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra; también
a la llovizna, y a los aguaceros torrenciales. 7 Así hace retirarse a todo hombre”.
Me dice el corazón del incrédulo: “Llegará
el tiempo cuando se puedan explicar naturalmente todos los milagros de Dios y
entonces se entenderá que él no los hizo”; y añade, "si un milagro no se
puede explicar naturalmente no existe. Los atributos de Dios fueron creados por
la interpretación de los fenómenos naturales, o más bien, por la ignorancia de
sus leyes". Yo le contesté: "Los hombres antiguos tenían más fe en
Dios y le alababan mejor porque eran ignorantes de las leyes naturales pero no
de Dios.
Él decía que no iba a llover y no caía una gota;
oraban por lluvia y se la daba; sabían que él gobernaba la naturaleza aunque no
cómo. No explicaban a Dios por los fenómenos naturales sino a la inversa; la
única explicación que tenían era teológica; luego vino la ciencia y los ayudó a
explicar los fenómenos del mundo y ellos entendieron mejor por esas leyes al
Legislador y creyeron y alabaron con más conocimientos en esta época moderna”.
La ciencia cuando se torna orgullosa se vuelve petulante. Por supuesto que
"la ciencia hincha" (1Co.8:1). Y el más inflado de todos es Satanás,
dueño de los corazones escépticos y agnósticos, el proclamador de que
"Dios ha muerto", y el muerto es él, sus acólitos y la miríada de
cadáveres ateos que repiten desde sus tumbas universitarias la necedad que "no
hay Dios" (Sal.14:1; Sal.53:1).
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