Aquí donde estuve preso y a punto de cometer adulterio
Génesis 48:9
“Y José respondió a su padre:
Son mis hijos, los que Dios me ha dado aquí”.
Son los hijos dados por Dios y tenía razón porque
nuestros hijos son un don de Dios; quiso decirle, como padre orgulloso de sus
dos hijos “míralos padre mío ¿no son bellos?”, y después le pediría a Efraín y
Manasés que le dieran un beso al abuelo. Y el viejo no sacó del bolsillo una
moneda para cada uno sino una espléndida bendición.
Note que José le dice a Jacob
aquí no porque tuviera otros hijos
regados por el mundo sino porque aquí
quiere decir aquí donde fui vendido como esclavo, aquí donde llegué con tan
malos recuerdos, aquí donde he estado preso, aquí donde estuve a punto de
cometer adulterio, pero no lo hice porque Dios me dio fuerzas para correr, aquí
donde Dios me ha hablado muchas veces, aquí donde he prosperado, aquí y no allá es donde yo debía estar
para ser de bendición a mi pueblo y al mundo. Aquí no me arrepiento de haber
venido a pesar de todo porque aquí me trajo la providencia. Por lo tanto aquí estaré
hasta que se me cierren los ojos para siempre, entonces podrán llevarme y
sepultarme junto a mis antepasados, aquellos con los cuales quiero resucitar.
Aquí
tengo mis hijos y aquí me he quedado y mientras Dios no cambie su plan yo sigo
el que me ha dado, y no creo que vaya a recibir de él instrucciones contrarias
de parte de dos o tres malos señores, porque estoy en el apogeo de mi carrera de bendición
cuando se hacen realidad los sueños que de joven arropé.
Cuando volvía a leer esta porción en mi devocional, el corazón se me estrujó porque pensé de qué forma se habría sentido el pobre de José, en un lugar deconocido, con otra lengua, otras costumbres y a punto de entrar la juventud. ¡Qué desolación habrá sido para José! Pero esto se ha escrito para que sepamos que sólo estando en Él, podremos permanecer aún en lugares inhóspitos.
ResponderEliminarGracias, hermano por seguir escribiendo.
Bendiciones!!!!!!!
¿Sabes Isa?, me recordaste que José era jovencísimo, un muchacho y por supuesto bien educado por Dios, de modo que rechazó de plano a aquella lujuriosa adulta. Lo mismo que deben hacer las niñas cuando vienen en pos de ellas adultos sinvergüenzas. Si no corren no suben muy alto, como José.
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