El contenido es bíblico pero vulgar, se lo advierto
“El gozo del
impío es por un momento, aunque subiere su altivez hasta el cielo y su cabeza
tocare las nubes, como su estiércol perecerá para siempre, los que le hubieren
visto dirán ¿Qué de él?”.
La Biblia menciona muchas veces las heces humanas y
hasta dice dónde depositarlas y cómo cubrirlas con un palo fuera del campamento
para que Jehová “no las vea”. Nuestro amado Señor, el mejor orador del mundo,
pensó en ellas cuando habló de lo que contamina al hombre. Dijo que lo que sale
del vientre y se deposita en un lugar privado, seco, como dice Mateo 15:17, o
“letrina” no es lo más sucio sino lo que le pasa por la mente y se le mete en
el corazón.
Esa es mi justificación, caballero, no ser más delicado
que Jesús y hacerle pensar en papel de baño y estercolero. ¿Son esas palabras
dichas por un hombre, Zofar naamatita, o las inspiró el Espíritu Santo? Es una
cruel realidad, que el Espíritu nos llame a reflexionar en heces, como hacen
los técnicos en laboratorios, y nos recuerde tal cosa para que no pensemos ser
lo que no somos; porque al final no seremos sino sepulcros blanqueados; el
cuerpo del pecado hederá descompuesto, peor que un montón de excrementos. Por
eso, sí por eso, por nuestro pecado, que son nuestras heces del corazón, es que
somos traídos tan abajo; no sólo hemos perdido la eternidad sino la divina
gloria de nuestro físico. Menos los ángeles todas las criaturas de un modo o de
otro defecan. Y por ende, como tenemos colon no somos dioses, y cada vez que
queramos gloriarnos en algo que no sea la cruz de Cristo, debiéramos apuntarnos
al vientre y lo que durante todo el día llevamos dentro.
El diablo es el inventor de una clase de hombre de
pecado a quien le relame el gusto la exaltación del yo y la egolatría
religiosa, y quien hace que se siente como un anticristo en el templo como si
fuera Dios o haciéndose pasar por Dios, siendo hombre en su totalidad, hombre,
hombre, esto es, hombre de pecado, 666, creado de barro el sexto día. Y desde
que el Señor ve que a ese individuo le está gustando que todos los hombres
hablen bien de él, deja de bendecirlo porque sabe que si le otorga otra gracia
pasaría mucho tiempo pasándole la lengua al éxito y extasiado con el aplauso de
la gente y la popularidad, y que su nombre vaya de boca en boca. Dios previene
eso reduciéndole la cuota de bendiciones o escondiéndolas donde su vanidoso ojo
no las vea.
Es terrible darle la gloria a otra criatura, a un
ídolo, y es monstruoso robársela y cogérsela a Dios para uno mismo; a veces no
descaradamente sino con sutilidad y envueltita en nobles propósitos. Está mal
asaltar lo Divino y hurtar un poco del resplandor de Dios y ponérselo uno sobre
la cabeza o sobre su propio nombre, para que compita con Jehová, e insistir
ante las otras criaturas con desfachatez diciéndoles con sonrisas, “Yo Soy el
que Soy”, cuando no se es sino polvo, defecadores de inmundicias, y lo que dije
arriba y que huele mal. Es necesario que ese ladrón de honores divinos, como
diría Zofar, hombre petulante y engreído, Dios le baje la cabeza de las nubes,
lo cubra con estiércol y lo ponga ante la vista de sus seguidores como un palo
de gallinero y los que “le hubieren visto dirán ¿Qué de él?”.
El contenido es bíblico pero vulgar, se lo advierto
ResponderEliminarLOL! :D
Es necesario que ese ladrón de honores divinos, [...] Dios le baje la cabeza de las nubes, lo cubra con estiércol y lo ponga ante la vista de sus seguidores como un palo de gallinero
Es necesario, pues paradójicamente, ver nuestra putrefacción, ver nuestra pobreza de Espíritu, llorar por ella, y hacernos mansos a Dios en nosotros es lo único que nos salva que al final no seamos sino sepulcros blanqueados.
:\
Gracias por no escandalizarte con el asunto tratado. Es cierto lo que propones, el resultado como lo dices.
ResponderEliminarme gustó mucho lo compartiré en FCBK
ResponderEliminarSaludos :)
¡Uff! Así es la Biblia. El Libro de los libros. Gracias Viviana.
ResponderEliminarBendiciones del Señor.