Yo no digo que se ruegue
Tú, pues, no ores por este pueblo. No levantes por ellos clamor ni oración; no intercedas ante mí, porque no te escucharé. ¿No ves lo que hacen éstos en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? (Jer.7:16-17).
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¿Te asombra que se ore por la iglesia y Dios deseche las intercesiones? Se hace ayuno, se forman grupos de oración y nada pasa. Todo sigue igual. No se mueve. Estancamiento. La esposa ora por su marido incrédulo, le predica con palabras y sin palabras, y nada pasa. Los hijos copian la conducta de él y todos viven en el mundo, menos ella.
¿Cómo se siente un santo cuando se da cuenta que está orando en vano? Quizás piensa que no obtiene lo que quiere por su falta de fe y se sentirá culpable registrando en su conciencia para hallar pecados que expliquen su frustración.
Por ese revés espiritual que sufrimos cuando Dios nos niega algo, es una razón buena para que Dios le diga al profeta que no ore por su pueblo porque sus oraciones no serán respondidas. La pregunta que se le hace indica la pauta para mantenernos orando o dar énfasis a otra cosa: ¿“No ves lo que estos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén”? Cuando un intercesor ve que sus oraciones no tienen respuestas, más que hacerse reproches e injustas recriminaciones lo que tiene que hacer es mirar la conducta del pueblo por el cual ora, abrir sus ojos a sus vidas y contemplar cómo están viviendo. Juan dice: “Hay pecado de muerte por el cual yo no digo que se pida” (1Jn. 5:16). ¿No dijo Jesús “yo no ruego por el mundo”? Si alguien como el pueblo de Judá, persiste en hacer lo malo ante los ojos del Señor, si son oidores olvidadizos y no hacedores de la palabra, no vale que se ruegue por ellos.
El Señor le quiso decir: “Si no han cambiado con tus sermones no serán bendecidos con tus oraciones. No los salvarán tus oraciones si no los salvan tus predicaciones” (Eze.14:14,20). Si una buena proporción de predicaciones no da resultado ¿qué esperanza tiene que Dios oiga sus oraciones y mire sus ayunos? Se pierden los que respaldados por muchas oraciones desoyen la palabra de Dios. Dios le ordena a Jeremías que pare de orar, que hacerlo ya es inútil porque los que desechan la palabra de Dios anulan la bendición que podrían traerle las oraciones de otros. Pero sólo Dios sabe cuándo y con quién es inútil continuar orando, por lo tanto tal vez prefiramos decir como Samuel le dijo al pueblo “lejos esté de mí que peque contra Jehová cesando de orar por vosotros” (1Sa.12:23).
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