Carta a un Publicano


El publicano estando lejos se golpeaba el pecho diciendo: Dios, se propicio a mí, pecador (Lc.18:13).

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Me he decidido a escribirte publicano, porque te he oído orar, “sé propicio a mí, pecador”. No pude estar seguro en qué palabra hiciste el énfasis si en propicio o en pecador. Yo lo he hecho en ambas, unas veces como tú en mi pecho he sentido la fuerza de la palabra “pecador”. Cuán indeseable me he sentido en el templo, lleno de vergüenza, sentado lejos del Verbo de Vida y del predicador que casi no he querido mirarle los ojos para que no me mire a mí, sin alzar mi rostro al cielo para invocar a Dios. Y he orado tan corto como tú.

He oído a otros orar bellamente, puestos de pie al frente y al lado mío. Para qué te diré, me han parecido lindas las oraciones de esos fariseos, yo hubiera querido hacerlas como ellos, pero no he podido. No he sido capaz de dar gracias a Dios porque no soy como los demás hombres porque yo sí me he sentido como los demás hombres, no he pensado que hubiera mucha diferencia entre yo y cualquier inconverso, mi convicción de pecado han sido tan grande que si algún alguacil hubiera entrado preguntando que alzara su mano si se encontraba allí algún ladrón, injusto, adúltero, yo hubiera inmediatamente “dado testimonio” alzando la mía. Iría preso.

No había ayunado jamás ni orado con tantas palabras como esos creyentes de largas filacterias que diezman hasta el eneldo y el comino. Yo viví sin ley. También en mi escueta oración hice énfasis en la otra palabra, propicio, y Dios ha sido propicio a mis pecados y me los ha perdonado todos. Ha oído la oración de un ser villano como yo y ha concedido el perdón que le he pedido.

¿Puedes imaginar cómo ahora ama a Cristo un ex convicto pecador, un injusto hecho equitativo, un adúltero limpiado? ¡Imagínate cómo salí del templo, yo un ex publicano recién justificado y los abrazos y besos que le di a mi mujer y a mis hijos!

Comentarios

  1. Humberto, yo tambien he estado en el banco, sentado al lado tuyo, y creeme que aun hoy, limpiado por la Palabra y en paz con Dios, de vez en cuando, al pensar en la Gracia de Dios, no puedo contener las lagrimas y aun en la calle alguien pensara al verme que tengo un gran problema, sin saber que esas lagrimas son el simbolo de una gran Salvacion.

    Lo mas grande no es que Dios haya aborrecido a Esau, sino como pudo amar a Jacob.

    Dios te bendiga.
    Felipe Gonzalez.

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  2. Felipe, asi es. Todos hemos orado como ese hombre, que no es inventado, somos nosotros. Bendito sea el Senor.
    Humberto.

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