Ayúdame que soy incrédulo



E inmediatamente el padre del muchacho clamó diciendo: ¡Creo! ¡Ayuda mi incredulidad!
(Mr.9:24).

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¿Quieres estar seguro de las cosas que has aprendido y tener una fe firme? Haz lo mismo que hizo este hombre. Nota su resolución de no guardar en su interior aquellas dudas que tenía, sino que inmediatamente se las confesó al Señor. Hay creyentes que por años han sufrido con sus dudas y han tratado de olvidarse de ellas, las han ignorado, las han compartido con otros o las han escrito en libros pero nunca las han confesado al Señor. Este hombre inmediatamente que se le propuso algo sobre lo que dudaba lo confesó al Señor.

Observa el medio por el cual se libró de sus dudas, la oración. Tú pudieras tratar de curarte de tu incredulidad mediante el estudio de libros sobre el tema o con comentarios sobre la Escritura. Esto aunque es bueno y tiene su lugar es secundario. Uno puede leer mucho sobre un asunto para creerlo y lo que lee ser convincente y convencerse por un tiempo pero la duda renace cuando se deja de estar bajo la influencia del autor de libro. El Señor puede bendecir un buen libro y la lectura de la Escritura, pero es mejor que antes de hacer eso acudir al “Autor y Consumador de la fe” (He.12:2).

Este hombre nos enseña a quién hay que confesarle nuestra incredulidad. Mejor que confesarse una duda, lo cual es útil porque implica una aceptación de la situación, es confesarla al Señor y pedirle ayuda a él. El Señor nos conduce con la reflexión adecuada para adquirir el conocimiento adecuado que muestre lo inconsistente de la duda y lo estrambótica que es.

Si uno la saca como en una catarsis, se alivia pero sucede como aquel demonio que salió de una casa y aunque la limpiaron y quedó bonita, quiero decir curada la mente, se quedó vacía y trajo a otros con él y el caso se empeoró. Si usas la sicología te mejoras pero no te curas, la duda vuelve y trae con ella otras más feas y brutales y tu condición se vuelve peor.

Jesús posee todo el material de fe que hace falta y permite que se piense espiritualmente sobre el caso, y además su contacto mismo, su comunión transmite poder sobre la incredulidad. Oh Señor, me pides fe, dámela, necesito tu ayuda para poder creer lo que me pides que crea, y lo que quieres que yo crea lo quiero creer, sin ti no podré creer ni purificar mi fe de tanta incredulidad.

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