Toma tu vocación con calma
Salmo 110:1,2
“…siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus
enemigos bajo tus pies”.
No le dijo: “Corre de un lado para otro, lucha,
esfuérzate, derrama mucha sangre para que puedas hacer el templo y no tengas
que dejárselo a tu hijo”, sino “siéntate a mi diestra”, “repósate, estate
tranquilo, ten sosiego, toma tu vocación con calma, deja a tus muchos enemigos
bajo mi responsabilidad, yo me encargo de ellos”.
Oh Señor, David no se dio reposo, siendo llamado a
esa promesa no se incorporó a ella, la creyó pero no la disfrutó. Creyó
que Dios pondría a sus enemigos bajo sus pies pero no disfrutó tranquilidad y
paz espiritual. Creyó que era algo que él podía hacer no algo que Dios haría
por sí sólo. Los años de David fueron pocos porque él mismo se acabó
espiritualmente, se “emproblemaba”, oraba por sus problemas pero no se sentaba
espiritualmente, sufría, luchaba, se movía y no tenía ni una hora de
tranquilidad. Sus salmos son un mar tempestuoso. Vivió en constante inquietud.
Fue un hombre conforme al corazón de Dios, hizo todo lo que el Señor quiso,
pero sin reposo.
Se encaneció, se arrugó y se consumió a lo largo de sus sesenta
o setenta años. Venció a sus enemigos pero ellos le hicieron espiritualmente
mucho daño; sufrió en carne propia lo que debió haber dejado que su
Redentor, el Cristo, sufriera; sus salmos están llenos de los sufrimientos
de Jesucristo, él mismo se clavó en la cruz, repartieron espiritualmente sus
ropas y murió diciendo: “Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado? (Sal.22:1)”.
Obtuvo éxito pero no disfrutó la promesa. Oh, Dios, si pudiéramos con tu ayuda,
aunque hagamos menos creer más. Amén.
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